CULTURA
› Por Jorge Boccanera *
A Galeano lo conocí en mayo de 1976, unos días después del secuestro de Haroldo Conti en la redacción de Crisis. Me ofrecí para enviarles notas desde fuera. Me atendió con amabilidad y me encargó una entrevista al narrador boliviano Augusto Céspedes, a quien yo ni siquiera había oído nombrar. Con paciencia, me habló de la importancia de sus novelas –especialmente de El metal del diablo– y me tiró otro tema vinculado con el anterior; un reportaje a la mina Siglo XX en Potosí, de donde surgieron los movimientos obreros más combativos de Bolivia. Quiero recordar este gesto suyo, de haberse tomado un tiempo en medio del tembladeral –la revista dejaría de salir en agosto– y su confianza para que yo, que en materia de periodismo estaba en pañales, abordara esos “temitas”. Que nunca escribí, porque en junio salí para Perú y de ahí viajé por tierra a México.
Después nos cruzamos muchas veces y en distintos países. La última vez que lo vi fue en México, en 2009, en ocasión de recibir junto a Ernesto Cardenal –a quien me tocó presentar– un doctorado Honoris Causa de parte de la Universidad Veracruzana. Cuando tocó el turno de agradecer, recuerdo que Galeano se detuvo –como era su costumbre– en la historia de una palabra y todo lo que resonaba en su interior. Eligió el término “entusiasmo”, cuya acepción, dijo, es “tener a los dioses adentro”. Por tanto, la universidad era para él un hogar de dioses. Allí cambiamos algunas palabras; lo vi contento entre los sones de arpa, violín y marimba que le ponían música a esa América latina que no dejó de caminar, que le dolía, pero que también disfrutaba, por eso tantos países lo sentían como suyo.
Ya son sabidos sus méritos de saltarse los géneros y encapsular con singularidad la investigación periodística, el relato, la paradoja y un particular modo de metaforizar. Debe estar caminando por las calles de tierra de algún pueblo, juntando del aire sonidos, texturas, sabores, aromas, colores y voces, para entretejer todo aquello en sus libros que, como las hermosas mantas indígenas con figuras bordadas, resumen en pequeñas historias una identidad profunda.
* Poeta y periodista.
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