Sábado, 30 de mayo de 2015 | Hoy
MUSICA
“Esta es una crisis muy diferente de nuestras crisis, no ha tenido la intensidad catastrófica de esos sismos a los que estamos acostumbrados a entrar y salir. Este es un proceso más lento y es diferente también la reacción”, compara Drexler la situación que se está viviendo en España, donde vive desde hace veinte años. “El mismo hecho de haber aprendido a convivir con un estado de incertidumbre general nos ha despertado, nos ha hecho resistentes. Y cuando nosotros pasamos crisis, no es un momento de baja creatividad; al contrario, es un momento en el que ponemos en juego todas nuestras capacidades y también nuestras artimañas; se escribe mucho, salen muchas películas... Nada de esto noté en España, donde hubo una marea tan monumental de dinero de la Comunidad Europea que, cuando se fue, no quedó nada. En lugar de una sociedad hiperactiva y rebelde, quedó una sociedad deprimida, muy triste, muy apática, sin capacidad de reacción. Diría que recién ahora está empezando a salir de ese adormecimiento de confort”, evalúa. Y puntualiza en lo personal: “El efecto está siendo muy lento y ha sido devastador. Desde el punto de vista anímico, para grabar Bailar en la cueva tuve que irme de España. Mi momento vital iba completamente en la dirección opuesta que iba el país. Acudí a Colombia para tomar todo el chasis anímico cumbiero del disco”.
–¿Y cómo afecta particularmente a la música este contexto en España?
–Fue devastador. La música tuvo durante mucho tiempo un estado de subvención muy poderoso. Había tanta plata en los ayuntamientos que sobraba el trabajo, con un solo hit dabas sesenta conciertos por verano. En todo ese período, en el deseo de tocar se olvidó el porqué tocar. La gente se acostumbró a que la música era gratis, en la plaza del pueblo, y como fondo para escuchar mientras se charla. Cuando se fue la plata, quedó nada más que eso, un desamor hacia la música muy grande. En España los músicos pagamos cinco veces más de IVA que la pornografía, tenemos el IVA cultural más alto de Europa. Eso mató a la industria musical. Mi sensación es que hubo una marea de dinero que anuló el deseo y España es hoy una sociedad que no se enorgullece de sus propios músicos, que entiende a la música como una especie de acompañamiento a la vida social. A excepción de momentos maravillosos como el Carnaval de Cádiz, que sigue vivo, poderoso, esto ha sido devastador. Me pasé la mitad de mi vida en España dando direcciones a los músicos latinoamericanos para ir a tocar allí. Y ahora me encuentro haciendo contactos para que los españoles vayan a América latina.
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