“¿No seré uno de los primeros uruguayos en tocar ahí?”, se pregunta, entusiasmado, Gonzalo Deniz, el músico detrás del proyecto Franny Glass. Efectivamente, será el primer uruguayo en mostrar su música en el recién inaugurado Centro Cultural Kirchner (Sarmiento 151). El concierto será hoy a las 19 en el sexto piso del espacio, en la Sala Federal, y las entradas se retiran de forma gratuita dos horas antes. “Estuve viendo fotos y es increíble. Nunca toqué en un sexto piso”, bromea Deniz, quien presentará su quinto disco, Planes. “Hay una linda afinidad con el público argentino, siempre me encontré con gente interesada en escuchar mi música. Me gustaría ir más seguido a tocar a Buenos Aires. Estoy muy entusiasmado, es la primera vez que voy a tocar en formato banda, siempre iba solo con mi guitarra”, adelanta el músico, quien compartirá la fecha con Sofía Viola.

El disco en cuestión está atravesado por una impronta pop –versos cortos y mucho estribillo– y una instrumentación rockera, aunque también aflora un sonido propio de la música popular rioplatense. Sin embargo, Deniz explora en el terreno de la canción y pone el acento en el componente lírico. De hecho, a lo largo de todo el CD predomina un concepto: “Las canciones hablan mucho de la infancia, la adolescencia, en general –cuenta–. De todos modos, me planteé no hacer un disco que hable de recuerdos. Por eso, empecé a trabajar con la idea de ‘planes’, de proyección. Estuve leyendo sobre una expresión que propone sentir nostalgia por el futuro, una especie de melancolía vinculada con el tiempo que está por venir. Es decir, cuando uno piensa en un tiempo que está por venir y lo piensa idealizado como si estuviera hablando de un recuerdo”.

Deniz publicó su primer disco en 2007, Con la mente perdida en intereses secretos, y en ese tiempo su universo sonoro remitía a bandas inglesas como Blur y Oasis. Más cercano en el tiempo, aparecieron músicos de la región como Fernando Cabrera y Caetano Veloso. O El Kinto, la legendaria banda integrada, entre otros, por Rubén Rada y Eduardo Mateo. “Lo que siempre hice son canciones construidas desde un punto de vista pop y después veía para dónde la llevaba la producción a la hora de grabar un disco –explica–. Quizás al principio tenía una influencia más bien anglosajona, del folk norteamericano o inglés. De adolescente escuchaba mucha música en inglés. Pero en los últimos discos empecé a tener más influencias regionales. Llegué a coquetear un poco más con el candombe o la milonga, aunque siempre desde mi punto de vista”.

–¿Por qué sintió la necesidad de acercarse a géneros y autores de la región?

–En principio, por el hecho de empezar a viajar gracias a la música. Y de encontrarme compartiendo música no sólo con el público, sino también con otros artistas. De pronto, sentí la necesidad de que mi canción tuviera más identidad en relación al lugar del que vengo. Obviamente, la música que hago tiene que ser un reflejo de lo que soy, tampoco es que tengo la obligación de hacer folklore. No tiene que ser forzado. En la adolescencia escuchaba rock en inglés y valoraba más lo que venía de afuera que lo que se generaba en mi país o región, tal vez por una cuestión de rebeldía. Pero al crecer comencé a valorar más nuestra música. En mi casa, de chico, siempre se escuchó mucho Alfredo Zitarrosa y lo veía como la música de mis padres. Pero de grande, habiendo escuchado más música y liberado muchos prejuicios, empecé a escuchar esa música con otro enfoque.