El “caso chileno” suele mostrarse desde algunos sectores políticos y periodísticos como el lugar hacia el que hay que aspirar. Residente en Argentina desde 1975, cuando llegó con un grupo de teatro escapando de la dictadura de Augusto Pinochet, Contreras se anima analizar el “caso chileno”, tantas veces declamado, con conocimiento de causa. “Chile sigue siendo un país enorme, profunda y antipáticamente clasista. Es uno de los países más injustos en la distribución del ingreso. La pelea por la educación pública, detrás de la cual se han unido estudiantes y trabajadores, es clave para empezar a torcer el rumbo de la desigualdad en Chile. Tener un statu quo de clase, sin movilidad social, donde hay gente que nace y muere sirviendo a esa minoría que tiene la mayor parte de la riqueza, no es agradable. Un 17 por ciento de la población se lleva la mitad del PBI de Chile. Son cifras espantosas. ¿Cómo puede ser que tan pocos sean dueños de la mitad de la torta?”, se pregunta el actor, que el año pasado estuvo viviendo casi un año en Santiago, rodando una serie de TV.

–¿Y cómo se percibe la Argentina desde la sociedad chilena?

–Desde allá se mira de otra manera la Argentina. A pesar de que tienen una sola campana, que es la de los medios pertenecientes a la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa), que publican con frecuencia los artículos de Morales Solá, de Kirchbaum, de los editorialistas de acá... No hay otra campana en Chile. No hay un Página/12 o revistas alternativas que hablen de la verdad de lo que pasa acá. Los chilenos ignoran mucho la realidad argentina. Pero, por fortuna, con las comunicaciones de otro orden a través de Internet, la gente con deseo de informarse empieza a tener más clara la película. Los medios dominantes de Latinoamérica nos han querido vender que el mejor alumno de todos es Chile, que es el modelo económico a seguir. Santiago tiene sectores que se desarrollaron muy bonitos, con un orden y una limpieza propios de la Europa del Norte. Pero cuando se levanta la vista y se mira hacia el horizonte, hacia el interior, en Chile se desnudan todos y cada uno de los problemas de un modelo económico para pocos.