LITERATURA
* Gabriela Saidon(escritora): “Muchos de los que cursamos los seminarios de la UBA veníamos de la universidad de las catacumbas, es decir que habíamos participado de los grupos de estudio particulares con la China Ludmer antes del ’84. A nosotros, que habíamos cursado la carrera de Letras en dictadura, Ludmer nos enseñó a leer. Aprendimos a deponer ingenuidades y supimos desde entonces y para siempre que se lee desde algún lugar. Nos enseñó a detectar esos lugares, esas teorías desde las cuales la crítica literaria encaraba el objeto mayor, la Literatura. A preguntarnos: cómo, qué y desde dónde leen los que leen. Y contra qué (o contra quiénes). Navegamos por los mares del formalismo ruso, la Escuela de Praga, el estructuralismo y el postestructuralismo. Leímos a los rusos y a los franceses: Schklovsky, Jacobson, Todorov, Bajtín, Barthes, Foucault, Kristeva, Deleuze y Guattari. A Freud y a Lacan. A Derrida. Pero, además, nos enseñó a generar nuestros propios textos. La China Ludmer fue, para nosotros, una maestra en el sentido oriental de la palabra. Porque con ella no sólo aprendimos a arrojar una mirada crítica sobre todas las cosas (y no sólo sobre la literatura), sino que además nos dio las herramientas para formular los conceptos y las ideas que llevábamos, algo difusas, en nuestras cabezas”. “En lo que a teoría literaria y literatura latinoamericana, hay un antes y un después de Josefina Ludmer. Jorge Luis Borges, Roberto Arlt, la literatura gauchesca, Roa Bastos, García Márquez, Onetti, objetos de sus seminarios y de sus libros, autores, géneros, grupos de textos, todo lo que caía bajo su mirada aguda empezaba a ser leído de otra manera, lejos del me gusta, no me gusta, del análisis de la biografía del autor, de la remanida pregunta: qué quiso decir el escritor, o cuál es el mensaje. Conceptos como el yo del narrador diferente del yo de escritor o del sujeto de la escritura, que hoy para muchos estudiantes resultan obvios, no lo eran entonces. Ludmer fue sabia y generosa: supo transmitir con claridad y en toda su complejidad las teorías que ella misma iba incorporando. Leer, por ejemplo, cuál es la teoría de la ficción de un texto (y no lo que el autor pensaba sobre la literatura). Así, leímos ‘La muerte y la brújula’ de Borges o Yo, el Supremo de Roa Bastos. El primer seminario que dictó fue ‘Qué leyó la crítica en Roberto Arlt’: la puesta en práctica de todas esas ideas sobre cómo leer (y cómo no hacerlo). Contra todo romanticismo en teoría y a favor de una mirada materialista, Ludmer vino a romper siglos de oscurantismo. No más análisis lineales de los personajes, no más adjetivaciones valorativas en las críticas, tipo maravilloso o conmovedor. Sí a los razonamientos. Finalmente, si hubiera que sintetizarlo, lo que hizo Ludmer fue hacernos pensar.”
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