Los muertos
El singular dialecto de sus pasos,
el mínimo matiz de sus palabras,
se entregaron de pronto a los recuerdos.
A partir de ese día,
el dolor tergiversó el pasado
y la muerte como una mano enorme
demolió los minutos.
Ya no tiene intervención en sus recuerdos.
Se le inventan sucesos.
Se retrasa en el tiempo.
El muerto comienza a destruirse
e inicia su interminable curso de ignorancia.
Ya no podrá olvidar el día lluvioso de su muerte,
ni podrá recordar el día siguiente
ni las tristes semanas regidas por su nombre.
Tampoco buscará su propio olor entre sus ropas;
no volverá a sus viejos libros.
Ya no verá la claridad del día
ni escuchará la voz de sus amigos
que seguramente empiezan a olvidarlo.

* Fragmento de “Los muertos”, en Memoria del tiempo, págs. 210- 211.