En Donde yo no estaba hay un trabajo muy intenso con el lengua. ¿Cómo imagina que será la lengua del futuro?

–Me da la impresión de que se va a dividir la corriente de la lengua, como ya está escindida la sociedad en informatizada o no informatizada. Hay gente que habla muy bien, pero una enorme cantidad de personas se quedarán sin pensamientos, sin emociones y sensaciones complejas porque no pueden articular subordinadas. Mi parte tradicionalista y de señor gordo cuidadoso del tesoro de la lengua no lamenta que aparezcan palabras nuevas, sino que muchas palabras que señalan cosas muy precisas se usen con otro sentido. El uso de cualquier palabra con cualquier sentido me parece peligroso y malo para la convivencia. A mí me gustaría que hubiera una gran abundancia de términos de todo tipo, ofrecidos para compartir y cuya circulación estuviera sustentada en una gran competencia y una gran flexibilidad de la gramática, que es muy permisiva, mucho más de lo que creemos, y es elástica y acogedora. La difusión de la gramática es inhóspita, se parece a la difusión del espacio público. Y no se trata solamente de que los chicos del paco no sepan hablar, es que Macri no sabe hablar, habla mucho peor que ellos, y eso es inhóspito, y a él no le importa.