En Conspiración contra Güemes, la inolvidable Benita, personaje inventado por Elsa Drucaroff, suele repetir: “El mundo está mal hecho, hay que hacerlo otra vez”. La escritora y crítica literaria reconoce ese aliento utópico en su narrativa. “El mundo es injusto y hay que cambiarlo. Vale la pena aunque fracases, porque es mejor haber vivido tratando de cambiarlo. Aunque más no sea porque generaste relatos hermosos –plantea Drucaroff–. La vida no es un mercado, aunque hoy a nuestro gobierno le encante pensar que el país es una empresa y la vida un mercado. La vida no es un mercado donde si ganaste plata te fue bien y si no ganaste plata te fue mal. La vida es algo que no se juzga por triunfar o fracasar; se juzga por cuánto placer y sensación de intensidad y de sentido lograste. Me cuesta entender la gente que juzga las cosas por el parámetro éxito-fracaso. Los científicos que intentaron descubrir una vacuna y no pudieron, ¿son fracasados? Esos intentos permitieron que, finalmente, alguien pudiera descubrirla. En mi novela los personajes no piensan que la vida es un mercado. El pobre Arias, personaje que adoro con su terrible ambigüedad como traidor, trata de pensar que la vida es un mercado, trata de hacerse un plan, pero se encuentra con que en lo más profundo de su alma no quiere cumplir con ese plan. Lo que me gusta de Arias es que acepta con dignidad los precios de las elecciones que toma, aunque sean elecciones condenables que le dan infelicidad.”