“Todo payaso o clown tiene que tener su experiencia callejera, embarrarse las chalupas, romperse la garganta, sentirse sin contención, cambiar miedo por adrenalina y transformar las risas en orgullo y monedas. Después la calle se transformará en muchos lugares y te permitirá transitarlos con la seguridad de quien durmió feliz en una cama de piedras”, se lee en la contratapa del Manual y guía del payaso callejero, libro publicado el año pasado que será presentado hoy en el festival. “Estuve tres años escribiéndolo, con dos escritores y periodistas del grupo Contramar. Estuvieron en los talleres, siguiendo las funciones y pasando conceptos a papel”, cuenta el payaso Chacovachi.

–¿Y cómo definiría el resultado?

–Es un libro ideológico, filosófico, teórico y práctico. Tiene poco de biografía, es más bien técnico, sobre el armado de la rutina y la dramaturgia. No sólo le sirve al artista callejero: sirve para la vida, por la analogía que hago entre el payaso y la humanidad. El payaso es la evolución de la humanidad, su exageración. El libro habla del payaso que sos y del material que tenés, y de la profesionalización. Mi mayor anhelo es laburar de esto hasta el último día de mi vida.

–¿Cuándo tomó la decisión de que su escenario sería la calle?

–La descubrí de casualidad. Estudiaba en la escuela de mimo de Angel Elizondo y mis ídolos laburaban hasta las 3 de la mañana para borrachos. Nunca tuvieron un puto mango. Llamaron a la escuela para ver si alguien quería hacer algo en unas reuniones que se hacían en plazas, en contra de la dictadura. Fui. Cuando descubrí la calle me mató: la luz del día, el mirar a los ojos a la gente... yo representaba la libertad. Eso era más importante que lo que hacía como artista. El artista callejero tiene tres libertades: la económica, la psíquica y la peatonal.

–¿Qué lugar ocupará el humor en esta nueva etapa política? ¿Y, particularmente, el humor en el espacio público?

–Siempre en estados jodidos el espectáculo de calle progresa. Al cortarse el trabajo estable muchos artistas salen a la calle. Y, al no tener dinero, el público sigue más a los artistas callejeros. El arte crece con los problemas sociales. Es más fácil hacer arte cuando estás combativo.