Lunes, 18 de abril de 2016 | Hoy
LITERATURA
El narrador de “El amo bueno” plantea que habla una lengua que ya nadie habla: la lengua del último escritor. ¿Cómo es la lengua del último escritor?
–Hay una discusión con (César) Aira porque él tiene un artículo que precisamente se llama “El último escritor” y yo le contesté diciendo que él era el penúltimo escritor. Que siempre hay un último escritor. En el final de la obra de teatro La Pirámide de Copi, la rata muere y aparece el fantasma de la rata. La Pirámide, que es donde había transcurrido toda la historia, donde había una reina, se convierte en un museo y la rata hace el tour de visitas por el museo y mantiene intacta la memoria del último de una especie. Esa figura, que es la del escritor en soledad, encarna la idea del último que habla una lengua. Pero no quiero ser un patrimonialista: “yo mantengo la lengua intacta y después que me muera desaparece la lengua”. No, al revés, con esa afición de ser el último que habla esa lengua, volverla presente y que esa presencia exprese un malestar frente a la época y arme una discusión con la época. No es una actitud de preservación, de embalsamar a la lengua, sino de contaminarla, devolverle rareza a la lengua normalizada. En la propia literatura la lengua está cada vez más normalizada. Devolverle rareza a la lengua, lo convierte en el mito del último porque siempre viene uno después. Esta es una época de impasse entre grandes tradiciones emancipatorias y algo que todavía no sabemos qué es. En la literatura, estamos en una situación de impasse, un poco a la intemperie.
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