CINE › LOS HERMANOS JOEL Y ETHAN COEN HABLAN DE SU COMEDIA ¡SALVE, CéSAR!
Para los directores de El gran Lebowski, fue un placer recrear los géneros cinematográficos del Hollywood de la edad de oro. “Algunos hablan de ‘sátira’ o ‘parodia’, y para nada es así. Tratamos de reproducir esos géneros lo mejor posible.”
› Por Roger Gilbert *
No es fácil entrevistar a los hermanos Coen. No al menos si se los quiere hacer hablar seriamente. Como sus películas, tienden a derivar fácilmente hacia la ironía, eventualmente la burla y la farsa, a veces en perjuicio del propio entrevistador, aprovechando tal vez su superioridad numérica. Si se los felicita por la inclusión de El gran Lebowski en el Registro Fílmico de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, ellos dirán que no saben bien qué significa eso. “¿Que los diputados y senadores pueden ver nuestras películas?” Hablando de políticos, Joel de pronto se acuerda de algo: “¿Sabe que a Mitt Romney (N. de la T.: ex candidato republicano a la presidencia) le gusta mucho ¿Dónde estás hermano? Esperamos que lo elijan candidato a las próximas presidenciales”.
Y siguen, mientras el entrevistador espera. “A Dick Cheney le gustó Temple de acero”, dice Ethan. “Por alguna razón son todos republicanos”, se preocupa Joel. “Es un problema nuestro. Tenemos que empezar a dirigir nuestras películas al otro sector de la sala”. Y Joel de pronto vuelve a salir disparado mentalmente hacia otra parte. “En tiempos de Clinton nos invitaron a mostrar El gran salto en la Casa Blanca. Morimos ante ese público. No les gustó nada”. “Un público muy exigente”, corrobora Ethan. Finalmente, los dos nativos de Minnesota se muestran dispuestos a hablar de ¡Salve, César!, su opus 17, que hoy se estrena en Argentina. Más allá de alguna mordacidad, lograron hacerlo con bastante seriedad y hasta cierto grado de pasión, lo cual roza casi lo milagroso.
–Tengo entendido que el proyecto de ¡Salve César! se remonta a bastante tiempo atrás.
Joel Coen: –Sí, se lo comentamos a George (Clooney) en la primera película que hicimos con él, ¿Dónde estás, hermano?, que es del 2000. Le encantó. Tanto, que desde ese momento, cada vez que le preguntaban cuál era la próxima película que iba a filmar, él decía que ¡Salve, César! Llegado un punto empezamos a pensar si no deberíamos ponernos a escribir el guión y listo, lo hicimos.
–La película está ubicada en un medio muy reconocible, el Hollywood de comienzos de los 50, y tiene claras referencias a personajes reales de ese medio.
J. C.: –Tomamos ciertos modelos preexistentes para construir algunos de los personajes. Por ejemplo, el de la actriz-nadadora que hace Scarlett Johansson, y que remite claramente a Esther Williams. O los ballets acuáticos, inspirados en los de Busby Berkeley. Roy Rogers para el cowboy-cantor. Hay mucho de eso en la película.
–¿Hicieron alguna investigación, revisando películas de la época o releyendo tal vez algún texto?
J. C.: –Como hemos dicho en otras ocasiones, nosotros no hacemos trabajo de investigación. Volcamos en los personajes cosas que andan dando vueltas en nuestras cabezas desde hace tiempo.
–Ustedes suelen caracterizarse por su ironía, pero sin embargo en esta ocasión da la impresión de que recrean con cariño géneros que al día de hoy lucen demodés. Sobre todo, tal como se los practicaba en esa época. El musical, los westerns, las películas bíblicas...
Ethan Coen: –Sí, tanto a Joel como a mí el nivel de artesanía de esa clase de películas nos parece asombroso, aún al día de hoy. Lo que usted señala es algo que los críticos de mi país parecen no haber entendido. Tanto las críticas positivas como las negativas hablan de “sátira” o “parodia”, y para nada es así. Tratamos de reproducir escenas de esos géneros lo mejor que nos fuera posible. Nos habrán salido mal, en tal caso...
–¿Se imaginan haciendo una película entera con alguno de los fragmentos que recrearon en ¡Salve, César!?
E. C. (riéndose): –Con Joel comentamos cuánto disfrutamos filmando ambos westerns protagonizados por el joven actor de ficción Hobie Doyle, el western de acción y el musical. Nos miramos y dijimos: “¡Maldición! ¡Deberíamos hacer una de Hobie Doyle!”
–Ralph Fiennes hace de un director culto e instruido, a la manera de un George Cukor o Joseph L. Mankiewicz. ¿Se sienten identificados con él?
E. C.: –En cierta medida. Hemos leído algún que otro libro.
–¿Y con el grupo de guionistas comunistas, que intentan infiltrar ideología en los guiones que escriben para Hollywood?
J. C.: –También. Salvo que nosotros no intentamos infiltrar ideología sino algún rapto de inteligencia, cuando estamos en un día de suerte.
–A propósito de ellos, ¿no les parece que la película termina dándoles la razón a los macartistas, con esa idea de unos comunistas que intentan infiltrar ideología en las películas?
E. C.: –Ya lo dice el refrán: “Que seas paranoico no quiere decir que no anden persiguiéndote”.
J. C.: –También nos sentimos identificados con el protagonista, Eddie Mannix.
–¿En qué sentido?
J. C.: –En el sentido de que en Hollywood es fácil sentirte el único tipo sano en un mundo enfermo. Tenés que hacer tu trabajo y lidiar con un montón de personajes de lo más diversos.
E. C.: –Para el caso no importa que Eddie trabaje como ejecutivo de un estudio. Lo que importa es que se trata de alguien que está orgulloso del trabajo que hace, y quiere hacerlo bien.
–¿Qué cosas cambiaron en la industria del cine desde que ustedes empezaron a filmar, hace más de treinta años?
J. C.: –Ahora hay mucha más gente en este negocio buscando “contenidos”, como los llaman. Cuando nosotros empezamos no se hablaba de eso. Por otro lado es bueno que hayan surgido compañías como Netflix, Amazon y otras, porque eso representa mayor competencia, y la competencia siempre es buena porque abre el negocio, permite que se oigan más voces. Yo en lo personal me siento bastante deprimido por la forma en que se lanzan las películas actualmente. Vos las hacés para grandes pantallas, en grandes salas, para ser vividas como experiencias colectivas, y terminan siendo vistas en IPads e IPhones. Es bastante deprimente.
–Ustedes son, junto a Quentin Tarantino, Paul Thomas Anderson, Scorsese y Wes Anderson, de los contados cineastas que siguen siendo fieles al celuloide. Pudieron filmar ¡Salve, César! en 35 mm. ¿Creen que podrán seguir haciéndolo?
E. C.: –La verdad es que seguimos sorprendiéndonos de que sea así. Tenemos la sospecha de que no vamos a poder seguir haciéndolo por mucho tiempo más.
* Traducción e introducción: Horacio Bernades.
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