En la serie surgida de uno de los concursos del plan de fomento a la ficción del Incaa de 2015, y producida por Winter Channel, Belloso logra componer una criatura a su medida. La perversidad de Lombardi, con esa bipolaridad manifiesta para el manejo del poder, le permite jugar en los laberintos de una mente compleja y cínica, tan propia de aquellas recordadas creaciones de cuando deambulaba en el teatro independiente. Es una búsqueda artística que pudo atravesar la pasteurización que suele imponer la TV abierta comercial. “Siempre trato de hacer los personajes como los siento”, afirma el actor. “Algunas veces me convencen de que tal vez estoy equivocado, por cuestiones de desarrollo de la trama. Uno va negociando. Pero por lo general estudio mucho los libros. No voy a agregar algo por virtuosismo o lucimiento personal, sino porque creo que ese personaje debe tener ciertas características en función de lo que contamos. Se me había ocurrido que el personaje de Campeones fuera un vasco porque casi siempre en los gimnasios de barrio hay algún vasco. Fue un personaje que pegó no por una ocurrencia, sino porque tiene arraigo social”.

Saber decir que no, rechazar la tentación de dejarse atrapar por la fórmula probada, es una virtud que Belloso siempre cuidó para no limitar su expresividad en espacios más comerciales. “Uno no siempre hace lo que quiere –asegura–, pero supe defender mi trabajo. De hecho, fue lo que más me costó al comienzo de mi carrera. Después del Vasquito, todos me llamaban para hacer personajes similares. Y rechacé varios proyectos para que no me pusieran en ese rol, para que no me encasillaran. De hecho, lo siguiente que hice tras Campeones fue Tumberos, un programa con temática completamente distinta. Entre el Vasquito y Willy hay un abismo, no tienen nada que ver. Y a partir de esa apertura artística, logré demostrar que era un actor que podía componer personajes variados. La fórmula siempre es tentadora. Hay que saber correrse del encasillamiento”.