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Miércoles, 4 de octubre de 2006

DISCOS

Un McCartney con poca osadía

 Por D. F.

En 2004, la Oxford University Press editó una obra monumental, The Oxford History of Western Music, escrita por Richard Taruskin. Por supuesto, la “música occidental” declarada en el título es la de tradición escrita, eso que el mercado identifica como música clásica. En el sexto volumen, sin embargo, en el capítulo dedicado a los ’60, los protagonistas son Los Beatles. Lo curioso es que las obras clásicas de Paul McCartney, de quien se acaba de editar Ecce Cor Meum, para solistas, coro, coro de niños y orquesta, no conseguirían entrar en el mismo lugar. Y es que aquello que hacía a la música popular de Los Beatles trascendente para las reglas del mundo clásico, su modernidad, su riesgo estético, la manera de llevar sus materiales hasta las últimas posibilidades, la experimentación con el timbre, está ausente por completo en esta obra. Un ejemplo patético es la utilización de la trompeta piccolo en la segunda parte, “Gratia”. Ese instrumento, escuchado por la radio en un Concierto Brandeburgués de Bach, había pasado a formar parte del fenomenal entretejido sonoro de “Penny Lane”. Hoy, vuelto al terreno de la música clásica, se queda sin la osadía de ese gesto de apropiación y suena, en cambio, pueril. Es decir, la cita a Bach era moderna en Los Beatles y es antigua en este oratorio de McCartney que, en sus mejores momentos, parece la música de una película bastante estandarizada –aunque con bellas melodías, como la del oboe en “Interlude (Lament)”– y, en los peores, naufraga en la falta de pericia.

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