Miércoles, 11 de octubre de 2006 | Hoy
OPINION
Por Maristella Svampa*
Hay un problema con la serie televisiva Ama de casa desesperadas y es que ésta realiza un escamoteo deliberado de la cuestión espacial. Tengamos en cuenta que las cuatro protagonistas viven en un barrio privado. Y sin embargo, esto aparece como un dato irrelevante, que no agrega nada a la situación general o a la trama argumental, como si en nuestro país fuera lo mismo vivir en un barrio abierto que en un barrio cerrado.
No es que yo sostenga que la trama argumental deba referirse centralmente a qué significa y cuáles son las consecuencias de vivir en un espacio cerrado y protegido. La ficción siempre tiene sus licencias. Aun así, no creo que sea legítimo eliminar del todo las marcas –subjetivas y sociales– de la segregación espacial. Estas son demasiado frescas y contundentes como para que aparezcan sencillamente invisibilizadas. Algunos podrán decir que la adaptación argentina ha tratado de ser fiel a la versión americana. Sin embargo, cabe recordar que el modelo suburbano norteamericano suele prescindir del cierre perimetral (alambrado o muro), hecho que por sí solo señala una fuerte discontinuidad espacial, trazando claras fronteras entre el adentro y el afuera. En este sentido, la versión argentina apunta a naturalizar la cuestión, desproblematizándola, apostando a su carácter falsamente neutro; diluyendo cualquier registro o dato específico. Por ello no resulta extraño verla a Mercedes Morán haciendo una publicidad de los productos de un conocido hipermercado, que la muestra en su rol de ama de casa común, independientemente del contexto socio-espacial. Esto también indica a qué público o sector social se está apuntando, en algo que puede ser leído como el intento de erigirla en una suerte de modelo.
En fin, no importa si en Amas de casa desesperadas la visión es crítica; lo verdaderamente importante es que el cuadro presentado no tiende ningún puente con el estilo de vida propio de las urbanizaciones privadas. Es exactamente lo contrario a lo que, desde la ficción, realiza con extrema agudeza Claudia Piñeiro en Las viudas de los jueves. Pero asimismo, la serie se encuentra en los antípodas de Casados con hijos, otro producto enlatado de la televisión que, sin embargo, ha realizado un notable y exitoso esfuerzo de adaptación nacional. No dudo en que deben ser muchos los residentes de countries y barrios privados que cada semana siguen la serie, deseosos y encantados de reconocerse en los personajes que alegremente componen Araceli González o Mercedes Morán, antes que en los crudos retratos que ofrece la novela de Piñeiro, o en aquellos que la propia prensa trasmite, con bastante frecuencia, ante cada nuevo escándalo o problema suscitado detrás de los muros.
* Socióloga, autora de Los que ganaron (2001) y La brecha urbana (2004).
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