Análisis de “Sillón azul”
“Es un retrato de Van Gogh que responde a la serie de casi 40 cuadros que hice en los ’70 –cuenta Alonso en torno a Sillón azul–. En él convergen dos ideas: la del pintor caminante –y quizá por eso tiene tres piernas– y la del uso de lo cotidiano, que en él era esa silla de playa campesina y aquí es un sillón de playa. Pero es esa misma metáfora, el encuentro entre esas dos cosas: el pintor caminante entre el vagabundo y el uso de todo lo que lo rodea, las pequeñas cosas, los zapatos, la pipa, su pequeño mundo cotidiano. Y después el tema del humo, que es como la evanescencia de la vida misma: lo frágil, etéreo y transparente, quizás, en Van Gogh, del humo. Con estos elementos, que son parte de los mitos cotidianos propios, uno construye los cuadros; y en cuanto son propios, determinan la personalidad del cuadro y, por ende, del autor. Creo que en este criterio de selección están las claves de por qué un pintor es tan distinto al otro. Y ahí es donde aparecen las cosas más indescifrables, porque yo puedo señalar la coincidencia de las pérdidas de los pintores con el exilio, pero no sé si los cuadros vienen de cosas mucho más indescifrables, misteriosas, que arrancan mucho más atrás. Por eso siempre es peligroso decir: ‘Yo pinto por tal cosa’. Ante la emergencia de tener que responder una pregunta, uno recurre a aspectos literarios del arte que no siempre ayudan a la comprensión. Porque yo creo que lo más hermoso de ponerse frente a un cuadro es lo que uno puede descubrir: eso revela el mundo propio, despierta emoción y, al abandonarlo, algo queda en la memoria.”