Sábado, 23 de diciembre de 2006 | Hoy
CINE
Héctor se echa más aceite y pide preservativos. Hay muchas luces encima del set, así que prácticamente no vemos lo que ocurre detrás. En verdad, nadie piensa en lo que ocurre detrás. Si nos interesara, veríamos al actor de publicidad de golosinas aún en el banco, víctima del miedo escénico. Vino hasta aquí para ganarse unos billetes. Se quitó la ropa, y le aseguró al director que entraría después de mí, pero en un momento volvió a ponerse los pantalones y ahora no piensa quitárselos, a menos que necesite ir al baño. Como observo que el marido tiene para rato detrás del sillón, me coloco delante de su señora. Antes había paseado un rato por el resto del cuerpo. En este rubro, un buen actor es aquel que mejor abastece orificios. Es necesario estar en el lugar correcto en el momento adecuado. Por otra parte, hay que ser medidos. Esta mujer es madre de dos chicos. Debe haberlos dejado en casa de la abuela, y ahora está con lencería de cuero, despatarrada y contorsionada. Horas más tarde los recogerá, preparará la cena para cuatro, y las cosas volverán a la normalidad. Pero el tiempo se ha detenido en el set de filmación. Ella abrió un paréntesis de pánico y locura en su vida. Todo lo que uno quite o introduzca permanecerá impreso en una cinta para la eternidad. Por mi lado, no tengo ningún prejuicio moral ni religioso al respecto. La Fuerza Aérea, la policía, los cirujanos plásticos, todos tienen un santo patrono que cuida de ellos. Los actores porno no tenemos a nadie. Es mejor así. A esa altura, descubro que en mi cuerpo se ha producido una reacción en cadena, como si acabara de abrir la canilla de agua caliente. Cualquiera sea el fenómeno, es irremediable. El tracto urinario se cierra y el fluido se concentra en mi glándula prostática, el signo de que algo inminente está por ocurrir... Cuando la cosa acaba, el cámara me da una palmada en el trasero. El iluminador hace un gesto de entusiasmo. Maytland hace señas con los pulgares hacia arriba y arroja una servilleta para que me limpie. La sensación final y definitiva de que, desde ahora en adelante, soy miembro estable del club.
* Fragmento de Yo fui un porno star (Cuenco de plata).
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