Lun 08.01.2007
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LITERATURA › OPINION

Ni por las tapas

› Por Alberto Szpungberg

Confieso que, de entrada, me entusiasmó el nombre de la colección: “Poesía en obra”. Me olía a trabajo, a construcción. Y coincidía con mi convicción de que la poesía no nace de un arrebato inspirador y mucho menos de una frivolidad ingeniosa. La poesía es trabajo, acaso muy íntimo, sutil o mágico y, si se quiere, individual, pero no por ello solitario, aun a pesar del poeta mismo. La materia es la palabra, y en cada palabra dicha, aun en la que uno pronuncia en silencio, resuena otra voz, otras voces. Por eso me resulta redundante y fatigoso hablar de “poesía social”, como lo es disertar sobre la humedad del agua.

La propuesta de publicar en la colección “Poesía en obra”, de la editorial Bajo la luna, vino a raíz de que acababa de publicar un poema, titulado “Traslados”, en la revista Lucha armada en la Argentina. Ese poema en esa imprescindible revista era mi participación como poeta en una tarea insoslayable: revisar la lucha de los años 60-70. Sin duda, la poesía tiene mucho que decir al respecto, ya que, como no podía ser de otra manera, estuvo presente en ese asalto al cielo. No por nada, muchos poetas, con estéticas muy diferentes, están hoy desaparecidos, y los libros de esa época son inhallables. Mi detonante fue precisamente replantearme el poema “Marquitos”, de El che amor, libro hoy también inhallable que escribí en 1965 y dediqué al EGP, la guerrilla conducida por Masetti. Durante años, revisar ese poema desde la poesía misma era una manera de no bajar los brazos y seguir “en obra”, es decir, trabajando. Ahora, esa primera parte publicada en Lucha armada se ha transformado en la tercera y última parte de un poemario que mantiene el mismo título: Traslados. En esta tercera parte, hay unos 35 poemas que ofician de notas al pie de otros tantos pasajes o versículos del texto central, en una especie de bifurcación de un mismo y único río. De ahí que el libro que publica parcialmente “Poesía en obra” se titule Notas al pie de nada ni de nadie. Ahora, Traslados ya está terminado en su totalidad, pero no cerrado. Acaso un libro de poemas es parte de un trabajo infinito –no exento de cierta desesperación a lo Sísifo– y nunca puede ser cerrado del todo. Ni por las tapas.

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