Sábado, 3 de febrero de 2007 | Hoy
OPINION
Por Coco Romero *
El Carnaval, la fiesta de las fiestas, posee un fuerte valor cultural. Mientras en nuestro país hay esporádicos y aislados esfuerzos para recuperar las que fueran arraigadas expresiones folklóricas regionales, que han perdido ese peso, en todo el mundo occidental y cristiano se celebra la creatividad popular que confluye y se expresa con naturalidad a través de este arte. Todo América de Sur y el Caribe lo festejan, también la vieja Europa disfruta de esos días en que el pueblo se regala su fiesta, la más ancestral, también la más combatida, la más prohibida. En la Argentina, el Decreto 21.329 deja el Carnaval fuera de la vida social y cultural del pueblo, y su firma es la de un general de la dictadura.
Desde 1976, nuestra sociedad, que vio los carnavales y sus máscaras por TV (las murgas uruguayas, escolas do samba, diabladas bolivianas...) perdió el protagonismo de su fiesta y la posibilidad de generar un espacio propio. En los últimos treinta años, sin el ejercicio organizativo de la fiesta a nivel nacional, quedaron truncas la proyección del espacio público y la recuperación de la fiesta callejera, donde el arte y la identidad se daban la mano.
Nuestras riquezas geográficas y culturales permitieron que, con el esfuerzo y el trabajo de participantes y autoridades, en distintos puntos de nuestro país sobrevivieran grupos de Carnaval, aunque sin haber podido coordinar el movimiento en todo el ámbito del país. Promover una mirada distinta hacia el futuro permitiría profundizar la industria del Carnaval y su integración con el turismo cultural. La organización oficial del Carnaval a nivel nacional y a través de concursos permitiría programar la representación de temas de nuestra cultura nacional: leyendas, cuentos, mitos, acontecimientos históricos, héroes, artistas, personajes del pasado y contemporáneos, etc. De esta manera, se lograría la participación del Carnaval como lo que es: el gran teatro popular donde se cuentan y cantan las propias historias de los pueblos. Recuperaríamos un espacio perdido.
* Músico, arreglador, tallerista e investigador de los temas del Carnaval.
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