Martes, 8 de mayo de 2007 | Hoy
OPINION
Por Diana Bellesi *
¿Qué nos trajo la Feria? Nos trajo a Ramón Palomares. Cuando la voz personal se abre a las voces de las almas del mundo y no se pierde a sí misma porque es una más de ellas, o perdiéndose a veces, se recobra siempre en la dulzura de una verdad que nos cobija, nos da lugar en el tiempo y en la lengua. Nos trajo a este oidor que nos dice y que parece volver solito a lo más difícil, a casa, la antigua casa del poema, con sabia precisión y hondura, donde tienen cabida la gente y los yuyos, donde un pajarito le trina como la voz amada, y el dolor y la alegría, lo justo y lo injusto comparecen a su medida en un raspón de luz que renueva la belleza de manera continua y sin tregua. Agradecida estoy a quienes facilitaron su llegada, este palomo andino, este poeta venezolano que siendo tan de ahí, de su propio pago, es tan del mundo. Y con cosas como éstas hasta da gusto extraviarse un rato por el ruido y las luces y buscar ahí alguna joya perdida, como ese libro en el stand de Tucumán de tapas duras, editado en el año 1968, de aves sudamericanas, y llevárselo como se lo llevaría un niño, ¡vaya tesoro a casa! Porque antes el pájaro cantor, Palomares, hizo temblar al silencio, nos recordó el porqué de la poesía, nos devolvió la alegría en ceremonia tan humana que renovamos de nuevo, lejos ya de su voz y ante las páginas de un libro suyo que a todos recomendamos, Vuelta a casa, editado por la Biblioteca Ayacucho, donde la voz de la poesía, la frágil fortaleza de la voz humana, vuelve a reeditarse frente a nuestros ojos, y canta en el corazón. Bienvenida le doy a un grande, a don Ramón Palomares.
* Poeta.
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