“Leíamos mucho más la literatura argentina que la chilena porque ustedes tienen mejores narradores”, dice Alejandro Zambra. Y menciona a varios autores argentinos: Puig, Cortázar, Ricardo Piglia, César Aira, Copi, Abelardo Castillo, Rodrigo Fresán, Juan Forn. “Una rareza que tienen los personajes de Bonsái es que no leían a Cortázar, porque en ese tiempo en Chile sólo se leía a Cortázar, y en la facultad todos se creían Oliveira, lo que no habla muy bien de ellos. Llegamos a odiar a Cortázar muy pronto, después nos desintoxicamos y volvimos a leerlo”, cuenta el escritor. “Me crié con una biblioteca en serie que era bastante buena. Los libros españoles eran de tapas rojas, los universales de color beige, pero Latinoamérica no existía en esa biblioteca. Los únicos libros argentinos que leí cuando era chico fueron El aleph, de Borges, y el Martín Fierro, porque estaban como libros universales. Recién a los 16 o 17 años empecé a leer a los latinoamericanos; antes había leído muchas cosas, muy dispersas. De hecho heredé el boom de la literatura latinoamericana como historia. No me sentía tan interpelado, en líneas generales, por los escritores del boom. En esa biblioteca los libros chilenos eran de color café, por eso siempre me ha parecido que la literatura chilena es de color café”.