Martes, 26 de junio de 2007 | Hoy
LITERATURA
–Los hombres no quedan muy bien parados en Hay que sonreír...
–Es cierto, qué lástima (risas). Es un mundo muy sórdido, donde los hombres están luchando y hay una debilidad masculina que aflora en ellos. No son malos, son débiles. Quizás era una rebeldía contra la dominación del matrimonio, no entendía por qué había que seguir al marido y cumplir con los mandatos del matrimonio. Probablemente haya sido una rebeldía contra esas imposiciones de la sociedad.
–¿Qué cosas le prestó de Luisa Valenzuela a Clara?
–Algunas cosas cándidas y juguetonas, pero nada más. La gente que no había leído la novela me decía que seguramente era una novela autobiográfica, como todas las primeras novelas, y yo decía que sí, claro que sí. Me divertía al pensar la sorpresa que se llevarían cuando la leyeran (risas).
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