Martes, 3 de julio de 2007 | Hoy
MUSICA
“Vinicius vino tres días antes de la grabación para decirme: ‘¿Estás seguro de que querés grabar conmigo? Mirá que yo no soy cantante, soy poeta, yo no vendo discos...’ Con ese gesto generoso quería prevenirme para que no perdiera plata. En aquel momento no había forma de saber que sería el éxito que fue”, recuerda Alfredo Radoszynski, productor del mítico disco de La Fusa, al igual que de su continuación, con Maria Bethânia en lugar de Maria Creuza. Quien por entonces era el director de Trova (hoy dirige RP Music) cuenta cómo se gestó el primer disco, que será objeto del homenaje de Toquinho y Maria Creuza: “Primero se intentó grabar en vivo, se llevaron los equipos al local, pero el resultado técnico no era muy bueno. Así que se guardó lo que serviría después como ambiente. Fuimos a los estudios Ion, y para despejar un poco el clima frío de un estudio de grabación convidamos a unas 25 personas, seleccionadas entre amigos (muchos de ellos músicos, como Eduardo Lagos), para que presenciaran las grabaciones a modo de público. El clima era muy relajado: se comieron empanadas, se bebió un poco de whisky... Claro, estando Vinicius había que tener bebida a mano, porque a él le gustaba el buen whisky. Eso sí, tenía una gran conducta alcohólica. Nunca lo vi borracho, ¡y mire que tomaba!”.
Aquellas sesiones de julio de 1970 comenzaban después de las actuaciones en La Fusa, con los mismos temas del repertorio del local: clásicos como “A felicidade”, “Garota de Ipanema”, “Minha namorada”, “Que maravilla” y “Lamento no morro”. “Fueron dos noches que empezaron a las 12 y terminaron a las 8 de la mañana, un trabajo intenso y una experiencia diferente y maravillosa. No se la quería perder nadie, los técnicos se peleaban por participar, los músicos me decían: ‘voy gratis, no me importa’. Nadie pensó en el dinero. Fue uno de esos momentos mágicos que se alcanzan una vez en la vida –recuerda Radoszynski–. Hace 37 años que los dos discos no paran de vender. Es un milagro. La explicación, seguramente, está en la magia de esa obra tan perfecta de Vinicius, un hombre fuera de serie que me honró con su amistad. Haberlo conocido cambió mi vida”.
En 1995 los discos se reeditaron con nuevo título, tras un juicio entablado por la dueña de La Fusa. Por eso las ediciones en CD llevan el nombre de Vinicius de Moraes. Grabado en Buenos Aires con Maria Creuza y Toquinho. Además de la guitarra de Toquinho y la voz de Creuza, tuvo la participación de dos grandes argentinos, Mario “Mojarra” Fernández en contrabajo y Enrique “Zurdo” Roizner en batería, y la colaboración en percusión de Fernando Gelbard y Chango Farías Gómez. Roizner recuerda algo que Vinicius le contó cuando se despidieron: “Cuando le dijeron que yo iba a tocar con él, se opuso. ‘¡De ninguna manera tenemos a un baterista zurdo, me quieren volver loco!’, decía. Fue entonces cuando la mujer del productor, que era brasileña, dijo: ‘No, no es zurdo, es canhoto’. Porque canhoto en portugués quiere decir zurdo. ¡Y zurdo quiere decir sordo!”.
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