Jueves, 23 de agosto de 2007 | Hoy
OPINION
Por Ariel Dorfman*
Este es un acto, se dice, de reconocimiento. Una buena palabra, porque implica tanto más que una recompensa, tanto más que un gesto de gratitud y celebración de la labor tan extraordinaria de Ediciones de la Flor. Reconocer es, ante todo, confirmar una pertenencia, la constatación de que no son extraños ni extrínsecos a nuestra comunidad estos editores de maravilla, este Daniel, esta Kuki. Reconocer es confirmar que esta casa editorial y sus centenares de textos y autores son parte inolvidable de la historia de la gran familia argentina. Reconocer es darnos cuenta, atónitos, de que si no tuviéramos esos cuarenta años al servicio de la lectura y la alegría y la meditación y la sorpresa, entonces el paisaje cultural del país y hasta de nuestra América, sería otro, huérfano, ausente, imperfecto. Reconocer es una manera de devolver el amor que se nos dio, los libros, los libros, los libros, esos libros que están repartidos por tantos hogares y tantas bibliotecas y tantas calles, es reconocer que en algunos casos las flores, claro que sí, duran más, mucho más, que un día.
* Texto leído durante el Reconocimiento Parlamentario a Ediciones de la Flor, promovido por la diputada nacional Marta De Brasi.
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