El sábado y domingo pasado, el Festival Catamarca suena, por las tierras argentinas agitó la causa de las tierras vendidas al sur de la provincia con buena música. El marco del festival no pudo ser más bello: el escenario se montó en el dique El Jumeal, en las afueras de la capital catamarqueña, con las cadenas montañosas Ambato y Ancasti (esa desde donde se ve la famosa Cuesta del Portezuelo) recortadas como fondo, en dos noches de luna llena, y las luces de la ciudad distinguibles a lo lejos, hacia abajo.

Pasaron primero la local Silvia Pacheco, Jaime Torres y Chango Spasiuk, en una noche tan fría que amenazó con traer aguanieve. Torres y Spasiuk terminaron juntos, desatando la fiesta con una cuequita y una versión de “Kilómetro 11”. “Somos argentinos hijos de esta tierra, y cuando decimos esta tierra decimos que esta tierra es nuestra”, recordó el charanguista. La noche siguiente fue tomada por el rock: Luis Alberto Spinetta dejó su sello potente, con una banda igualmente potente. Hubo algo de su último disco, mucho Jade, grandes versiones de grandes temas: “Laura va”, “Durazno sangrando”, “Ana no duerme”, “La herida de París”. Le siguieron el Bahiano y Ratones Paranoicos, con un Juanse que terminó, literalmente, trepado a los caños del escenario, elevándose un par de metros.

Entre el público, que en la segunda noche alcanzó las cinco mil personas, los pobladores de El Quimilo bailaron todos los ritmos. Cuando los apuntaron las cámaras, improvisaron una cartulina: “Gracias León Gieco”, escribieron. Es que el músico se solidarizó con ellos cuando actuó en julio pasado en el Festival del Poncho, el más importante de la provincia. “Hemos descubierto que todos estos grandes artistas tienen un gran corazón”, explicaba doña Inés Montivero. “Realmente, hemos aprendido mucho en este último tiempo...”