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Viernes, 31 de agosto de 2007

LITERATURA

TEXTUAL

La concentración de tristeza en un individuo puede convertirse en una batería recargada que emite ondas contaminantes.

–La tristeza normal –disertaba Malarracha– es algo saludable. Si uno tiene motivos para estar triste, va y se pone triste. Es como navegar inmerso en una nube. Uno flota, se deja estar, llevar. O se reclina en un sillón y entonces la tristeza le ronronea; la deja subir a la falda, la mima. Pero llega un momento, digamos que canta Gardel o juega Uruguay, o hay una milonga o puede andar en la vuelta la otra piba, que uno va y al gato lo baja o lo patea. Ese himno brasileño que proclama que “tristeza nao tem fim, felicidade sim” es verso. Porque no hay felicidad sin tristeza. Y todo, entienda bien, don Fotos León, no es más que la comparación de un estado con otro. Un dolor de muelas es dolor, y un calmante equivale al “¡ay, qué alegría!”. Con la tristeza ocurre lo mismo. Uno busca la felicidad a partir de la tristeza; uno anda solo, desganado, aburrido, y de pronto salta la chispa, una falda, una mirada, y ahí está, ve. La felicidad.

* Fragmento de Una góndola ancló en la esquina (Alfaguara).

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