CINE
La ficha
Sebastián Borensztein recuerda su primer contacto con el humor televisivo mirando la trastienda del programa de su padre, Tato Bores, hasta convertirse en un cuadro de ese ciclo, dirigiendo junto a su hermano Alejandro sus programas en los ’90. Se los recuerda como los innovadores de la imagen del capocómico, introduciendo pequeños documentales apócrifos, respondiendo con un coro multiestelar a la censura previa que dictó la jueza Servini de Cubría sobre un sketch político, cuidando los planos y el encuadre con influjos directos de la publicidad. Ya independizado, dirigió en TV la miniserie El garante, pieza gourmet de terror que narró la venta de almas al diablo con Leonardo Sbaraglia y Lito Cruz en protagónicos descollantes. En Tiempo final y en Malandras volvió a impregnar historias de género (misterio/policial) con una marcada dosis de ironía, y con una distancia cómica que cuestionó los relatos heredados y aportó a la TV narraciones ingeniosas, con buenas actuaciones y guión original. En su primera película, La suerte está echada, se siente esa herencia catódica y el ritmo publicitario hasta dar con una fábula liviana sobre la alternancia entre decisión y predestinación en la vida de todos.