CINE
Relatos cómicos
¿Por qué siempre vuelve al relato cómico?
–Apareció siempre, hasta en El garante, donde el diablo se iba bailando y haciendo cuernitos. Necesito una motivación para contar, me cuesta sentarme a escribir sin un propósito. Una película es el exprimido de una cantidad impresionante de cosas que uno escribe, le hace falta un motor, y puede ser muy angustiante no saber adónde ir. El empujón debe ser poderoso.
–Y de todos los registros del humor, ¿en cuál se mueve más cómodo?
–El humor político me da la sensación de convertirme en adalid de algo, es un discurso con mucha altura que Tato hacía mejor que nadie. En el comienzo, con mi hermano, teníamos más ganas que experiencia, más instinto que oficio y empezamos a ayudarlo. Venía con una gran frescura, y una gran ignorancia, más inconciencia que otra cosa. Le dimos un espíritu que mantenía la esencia poniendo alrededor una estética más novedosa, abarcando otro tipo de cosas, experimentando en Tato de América y en Good show. Tato, poniendo la cara, daba para todo... para el delirio que a uno se le ocurriera.