Lunes, 24 de septiembre de 2007 | Hoy
TEATRO
En sus periódicas visitas a la Argentina que se extendían a giras por las provincias, Marcel Marceau reiteraba frases que lo acercaban al público. Decía que lo amaba y que reaccionaba con instinto teatral. Llegó por primera vez en 1951, renovó varias veces el contacto con el público hasta que decidió apartarse durante los años de dictadura militar. Regresó en 1987, cuando había publicado en París una novela, Pimporello, donde narraba las peripecias de un bambino bajo el fascismo. En una visita de 1995, memoraba su relación con Argentina: “Aquella primera vez estaban Perón y Eva y mi personaje Bip era muy joven”. Se mostraba agradecido por haber trabajado en el Teatro Odeón, el Cervantes y el San Martín. “Después no quise volver, porque había gobiernos militares y se podía creer que yo estaba de acuerdo. Lo que ocurría aquí me hacía recordar al nazismo, a la época en que milité en la Resistencia, a la muerte de mi padre en manos de la Gestapo. Era demasiado –se lamentó en aquella entrevista–. Aparte de eso, siempre sentí nostalgia por el público argentino. Creo que le gusta el teatro y que él mismo es muy teatral. Cuando se reinstauró la democracia traje Bip recuerda, que está basado en recuerdos de mi vida. Eran memorias trágicas. La emoción fue muy grande. Yo no entendía bien qué pasaba, pero el público se puso de pie. Cantaba. Pensé: tantas familias había en la Argentina que habían perdido a sus hermanos, a sus hijos... Fue muy especial. Vittorio Gassman estaba en ese momento de gira por Buenos Aires y nunca me había visto en Italia. Se encontraba en la platea y quedó muy shockeado por la reacción del público.”
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