MUSICA
› Por León Gieco
Una vez fui a verlo tocar a La Cova de San Isidro. Cuando pasé al camarín, a conocerlo, entré con miedo, casi temblando. Y con mucho respeto. El me dijo: “¿Y, qué tal, Gieco? ¿Me soportó?”. Enseguida respondí: “¡Por favor, maestro...!”. “Por eso le pregunto –dijo–, porque los maestros suelen ser insoportables. Yo sólo enseño si al mismo tiempo aprendo.” Sus palabras me quedaron resonando en la cabeza y me dije: sólo los grandes piensan así. Otra vez compartí una comida con él, en un restaurante del Automóvil Club. Me contó cuatro horas de historias. Hablaba claro y despacito, como si fuese un secreto: “Fui amigo de Violeta Parra. Por un día casi conozco a Chaplin, eso sí que lo lamento...”. Nunca se borrará de mí ese almuerzo, y aún hoy me digo: sólo a los grandes les pasan cosas como ésas.
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