FINAL DEL JUEGO
donde se discute sobre el pensamiento humano, las serpientes y se plantea un nuevo enigma sobre los banqueros-ladrones
Por Leonardo Moledo
–El enigma de los banqueros ladrones tuvo cierta repercusión –dijo el Comisario Inspector–, no sé por qué será.
–Tal vez la situación reinante –sugirió Kuhn–. No sé, se me ocurre.
–Pero además, Orlando A. Samartin opinó, como Néstor Benítez la vez anterior, sobre el asunto de las serpientes. La carta es muy larga y no pudimos publicarla hoy porque no teníamos espacio, pero dice varias cosas que me gustaría comentar. Cito: “La hipótesis de un ‘pensamiento’ –de las serpientes, se entiende– no resiste el menor análisis. Todo pensamiento se sustenta en un lenguaje previo y externo, producto social sostenido en un universo simbólico, propio del sujeto humano.” Eso es mucho suponer, creo yo.
–En cierta forma sí –se escurrió Kuhn– y en cierta forma no.
–Me parece exagerado decir que “no resiste el menor análisis”, y que “todo pensamiento se sustenta en un lenguaje”. Mi pregunta sería. Primero: ¿Cómo lo sabe? Y segundo: aunque lo supiera, ¿cómo sabe que el único lenguaje es el lenguaje humano?
–Bueno, es difícil imaginarse pensamiento sin lenguaje –dijo Kuhn– admitámoslo.
–Pero que sea difícil no significa nada –dijo el Comisario Inspector-, también es difícil imaginarse un electrón.
–O el universo –dijo Kuhn, borgeanamente.
–Es difícil porque estamos acostumbrados a asociarlo, pero no pasa de ser un dogma con su basamento intuitivo fuerte, lo admito, pero sin ninguna prueba razonable. Por supuesto, si uno identifica pensamiento y lenguaje, obviamente no puede haber pensamiento sin lenguaje, pero no pasa de ser un razonamiento circular.
–Bueno –dijo Kuhn–, decir que no hay pensamiento sin lenguaje no significa exactamente identificarlos.
–No exactamente, pero casi –dijo el Comisario Inspector–. Por empezar, nadie sabe exactamente lo que es “pensar”, o lo que son “pensamientos”. Por ejemplo: ¿Los sueños son pensamientos?
–Tal vez sí –dijo Kuhn, otra vez– y tal vez no.
–¡Ah, la duda, la duda creativa, mi querido Kuhn, la duda tan poco paradigmática! Pero justamente, ese “tal vez sí, tal vez no”, significa que no sabemos ni lo que son los pensamientos ni lo que son los sueños.
Esa dicotomía “sujetos pensantes-hablantes versus animales no pensantes y no hablantes”, que me parece el último reducto fortificado del antropocentrismo, tiene, según mi modesto parecer policial, por lo menos tres objeciones.
–Policial, puede ser –dijo Kuhn–, pero modesto, lo que se dice modesto...
–Modestia, mi querido Watson –dijo el Comisario Inspector–. Modestia. La primera es una objeción evolutiva. Me parece que cualquier teoría del sujeto tiene que ser consistente con una teoría de la evolución del sujeto. Entonces, el sujeto hablante y pensante tuvo que evolucionar, sí o sí, a partir de animales no hablantes y, por lo tanto, no pensantes. Sin embargo, el lenguaje tuvo que aparecer en algún momento, dado que surgió evolutivamente del no-lenguaje.
–Bueno, pero pensamiento y lenguaje pudieron evolucionar juntos, algo así como una simbiosis –dijo Kuhn.
–Es una objeción, lo reconozco –dijo el Comisario Inspector– pero entonces tiene que haber algún tipo de solución de continuidad, debe haber, así como protolenguajes, protopensamientos, que lleven de manera continua del “no pensamiento” al “pensamiento”. Me parece que no hay dicotomía radical que pueda resistirlo, ya que esos protolenguajes y protopensamientos no tendrían demasiada diferencia, posiblemente, con un lenguaje animal o un pensamiento animal. Y atención, que yo no creo que el pensamiento animal sea una especie de pensamiento humano elemental y primitivo, del mismo modo que no creo que una bicicleta sea un automóvil primitivo... pero ese tema nos llevaría demasiado lejos.
–¿La segunda objeción? –preguntó Kuhn.
–La segunda es una objeción neurológica –dijo el Comisario Inspector-. Como alguna vez ya hemos comentado en esta columna, no es posible que haya pensamiento sin base material, esto es, pensamiento que no sea un proceso cerebral.
–A menos que uno acepte entidades espirituales.
–La policía no suele aceptarlas –dijo el Comisario Inspector– en cierta forma, la tomografía computada, o los instrumentos más perfeccionados que vengan después, pueden detectar el funcionamiento de las regiones del cerebro que se activan cuando un sujeto está pensando. Y no tengo ninguna duda de que, cuando progrese el conocimiento de nuestro cerebro y el de los animales, el análisis neurológico encontrará procesos neurales tan parecidos en unos y otros como los procesos químicos que acompañan la digestión en unos y otros.
–Eso de comparar el pensamiento con la digestión es un poco indigesto -dijo Kuhn– o por lo menos va a indigestar a muchos, que no lo van a querer tragar así nomás.
–Me lo imagino –suspiró el Comisario Inspector–. Esos son los problemas que a veces tiene la policía para hacerse entender.
–Ya no tenemos tiempo para la tercera objeción –dijo Kuhn– porque tenemos que poner el enigma.
–La tercera objeción es la objeción analítica –dijo el Comisario Inspector–. Y hay una cuarta objeción...
–El enigma –urgió Kuhn.
–Bueno –dijo el Comisario Inspector–. El primer enigma sobre los banqueros ladrones les pareció increíblemente fácil a nuestros lectores, así que veamos qué pasa con un enigma un poco más complicado, que empieza igual: un grupo de banqueros-ladrones robó un montón de millones de dólares del corralito, otra vez no se ponen de acuerdo en el reparto, y consultan, como en el enigma anterior, al ministro de Economía, que los escucha y dice: “Ustedes pretenden que el banco más débil se quede con diez millones, el que le sigue en fortaleza con veinte, el que le sigue con treinta y así sucesivamente hasta el banco más poderoso. ¿Por qué no se llevan cincuenta millones cada uno y me dan cincuenta millones a mí?” La pregunta es, nuevamente: ¿cuántos eran los banqueros-ladrones? ¿Y cuánto dinero robaron?
¿Qué piensan nuestros lectores? ¿Cuántos eran los banqueros? ¿Cuánto robaron? ¿Les resulta “tan sencillo” este enigma? ¿Y cuál será la cuarta objeción del Comisario Inspector? ¿Y por qué el Comisario Inspector llama Watson a Kuhn?