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Sábado, 18 de septiembre de 2004

SOFTWARE LIBRE Y MIGRACIONES VIRTUALES

La era del pingüino

Los grandes viajes siempre excitaron la fantasía y la imaginación, pero escondían detrás oscuras motivaciones económicas: el oro americano, las especias, la conquista y exploración de territorios reales o virtuales. A varios siglos de aquellos ires y venires, los usuarios de Windows –el sistema operativo más usado en el mundo– emprenden cada vez más seguido viaje hacia Linux, escapando al secreto y la tenaza de Microsoft, y hacia un territorio más libre, en el que el software evoluciona y es abierto, como debió ser todo desde un principio.

 Por Esteban Magnani

¿Qué habría pasado si Newton patentaba y ocultaba la Ley de Gravitación Universal? Probablemente la renovación de la ciencia hubiera sido mucho más lenta. Algo de eso es lo que ocurre en el reino de la informática con el software propietario, suerte de herramienta que se compra, pero no revela su funcionamiento. Entre la desconfianza y los altos costos, son cada vez más quienes deciden migrar al software libre, obra de miles de anónimos consumidores-productores.
En el campo de la informática, como no podía ser de otra manera, las migraciones son virtuales. Allí “migrar” significa pasar de un sistema a otro, algo distinto –pero no tanto–, de los grandes éxodos de quienes huían de glaciaciones, guerras o sequías en busca de un entorno algo más favorable.
Las migraciones virtuales no producen hambre ni la muerte masiva de quienes huyen, pero generan algunos traumas. A pesar de todo son cada vez más los organismos del Estado y empresas que abandonan el viejo y conocido sistema de software propietario (SP) por otro de software libre (SL). Hasta ahora parecía que esta decisión era patrimonio de quienes veían en el cambio una modesta victoria ideológica, pero cuando las autoridades de la ciudad de Munich, Alemania, armaron sus valijas virtuales, quedó en claro que la cosa venía en serio.

ERAMOS TAN HIPPIES
Que el software es algo que debe comprarse o piratearse parece tan natural como que la leche venga en sachet. Sin embargo, no siempre fue así. En sus comienzos, la forma de desarrollar la informática era similar a la de la ciencia: alguien hace un descubrimiento y publica un paper-programa como forma de registrar su nombre y al mismo tiempo, compartir la información con otros científicos para que puedan continuar la investigación de, por ejemplo, la Ley de Gravitación Universal. De la misma manera en informática cada vez que alguien desarrollaba algún trozo de software más eficiente que el que existía hasta ese momento, se lo ofrecía a otros para que lo utilizaran y, eventualmente, desarrollaran.
Una actitud tan generosa –y razonable– con el conocimiento (que como todos saben, es poder) no podía sobrevivir a los cambios en el clima político y económico de los años 80, tan neoliberales ellos. Así fue como algunas empresas empezaron a cerrar el código de sus sistemas para que nadie lo pudiera leer, aprender de él o modificarlo. Lo que se daba era una suerte de caja negra en la que se introducían datos sin que nadie pudiera saber qué era lo que ocurría en su interior. Algo así como si Newton hubiera vendido por unos pesos una calculadora que daba las órbitas planetarias pero sin revelar la fórmula para obtenerlas.
Gracias a una feroz campaña de marketing uno de los sistemas que utilizaban este método de “caja cerrada” –Windows– logró imponerle el ritmo a la informática y, sobre todo (muy sobre todo), logró instalar su propio sistema como algo “natural”, “amigable” y que todo el mundo sabía manejar.

EL SOFTWARE LIBRE CONTRATACA
Algunos programadores de la vieja escuela se resistieron al avance del SP que enriquecía a unas pocas empresas y transformaba a la mayoría de los técnicos en meros usuarios. La historia es conocida y se puede resumir diciendo que la resistencia se organizó en torno de la figura legal del copyleft (opuesta al copyright) creada por el reciente visitante Richard Stallman del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). Esta forma de registro de la propiedad intelectual obliga a quien tome programas registrados como copyleft a mantener el código abierto de cualquier desarrollo que se le haga, es decir a dejar al descubierto la forma en la que está hecho. El ejemplo más famoso de un programa con copyleft es el que en 1991 desarrolló un finlandés llamado Linus Torvald. Se trata de un sistema operativo (el encargado de que la máquina funcione) al que llamó GNU/Linux –cuyo símbolo es un pingüino llamado Tux– y lo presentó en sociedad para que cada uno hiciera con él lo que quisiera. Este software es también gratuito, aunque muchas empresas hacen desarrollos propios y cobran por enviarlo, instalarlo, mantenerlo y, por ejemplo, dejarlo a medida del cliente, quien lo podrá copiar y modificar las veces que quiera.
Desde que Linux (como se lo conoce habitualmente) comenzó a circular, su crecimiento ha sido incontenible. Es que cada programador que lo copia y modifica lo vuelve a poner a disposición de otros que, si les parece bueno, seguirán desarrollándolo. El resultado es una suerte de evolución en la que miles de proyectos buscan mejorarlo. En la diversidad sobreviven aquellos que mejor resultan (Ver Futuro 26/07/03). Esta forma de armar el software, por compartimentos, le da una flexibilidad mayor. “Está comprobado estadísticamente que el SL es mucho más estable. Esto se debe a la forma misma en la que está hecho. Windows está todo junto en una sola cosa. Si falla algo, falla todo. En el SL en cambio si se te rompe una parte se te rompe esa parte, no todo”, explica José Di Biase, miembro de Software Libre Argentina (www.solar.org.ar), una ONG que se dedica a difundir las ventajas del SL. Y continúa: “El SL te permite eso, la diversidad genética. Es la evolución que está más vinculada con la realidad, no la evolución que te hacen creer y que te dicen: es ésta; pagá”.
Hasta tal punto ha llegado el desarrollo de Linux en particular, y del SL en general, que desde hace un tiempo se da por sentado que por mucho dinero que sigan invirtiendo las grandes empresas de software, nunca van a poder competir con los miles de programadores dispersos por el mundo que mejoran partes de programas y la someten al escrutinio público. De cualquier modo no hay que temer por la fortuna de Bill Gates, el hombre más rico del mundo: “De alguna manera Microsoft se va a tener que adaptar para poder seguir ganando plata. No con Linux, pero sí con alguna otra cosa”, cree Di Biase.

LA MIGRACION DE MUNICH
Cuando el gobierno de Munich empezó a armar las valijas virtuales en el año 2003 para pasarse a Linux, el SL empezó a dejar de ser una cuestión de militantes informáticos. La decisión fue producto de un exhaustivo análisis comparativo entre dos opciones: pasarse a una versión más nueva de Windows o a Linux. La victoria fue ajustada y se llevó adelante en las 14 mil computadoras personales del gobierno. La decisión se tomó a pesar de las contraofertas a precio de saldo que llegaron desde los Estados Unidos por todas las licencias y alcanzaron a ser menores que lo que costará la migración. La decisión no es fácil: si bien el SL en general es gratuito, ciertos desarrollos hechos a medida deben pagarse y resulta caro capacitar la primera vez al personal ya acostumbrado a las ventanitas.
Pero no todo es dinero; también entran en juego cuestiones de seguridad ya que el código cerrado del SP implica que uno nunca sabrá qué es lo que está haciendo realmente la máquina con la información que se le introduce.Además se teme que las conexiones entre Microsoft y las agencias de seguridad estadounidenses hayan aumentado demasiado en los últimos y paranoicos tiempos. Probablemente la sospecha sea algo exagerada si se tiene en cuenta que la misma National Security Agency (NSA) de los Estados Unidos recomienda el SL para el Estado por motivos de seguridad.
Ante los insistentes reclamos y amenazas de migración a otros sistemas, en enero de 2003 Microsoft inició un acuerdo para mostrar a los gobiernos qué es realmente lo que tiene adentro su Windows. Reino Unido, Rusia, Noruega, Australia, Holanda, Polonia, Grecia, y más recientemente España ya accedieron al código, aunque no puedan modificarlo. Se cree que la filtración reciente de parte del código de Windows se produjo durante estas demostraciones. El escándalo que se armó en torno al tema demuestra, una vez más, que no hay como querer conservar un secreto para que todo el mundo se empeñe en conocerlo.

TIRAR LA PC POR LA VENTANA
A pesar de que a la larga parece tener las de ganar, el camino para que Linux se imponga será algo sinuoso ya que Microsoft logró naturalizar su Windows como el idioma universal. Es que para mucha gente aprender a utilizar una PC resultó un esfuerzo y se niega a cambiar. El argumento es algo engañoso, como explica Martín Olivera, presidente de Solar: “Yo he comprobado muchas veces que si agarrás a dos personas que nunca manejaron Linux ni Windows, tenés los mismos resultados con cualquiera de los dos. La amigabilidad no viene en el programa: es algo que se logra. Además, no es tan distinto pasar desde un Windows Millenium hacia un Linux o a un XP. En realidad hay las mismas diferencias entre el Millenium y los otros dos”.
De cualquier manera y ante la universalización que logró Microsoft, algunos de los desarrollos más recientes de Linux vienen con una apariencia similar a la de Windows.
En la Argentina también son varios los organismos gubernamentales (ver nota relacionada) que copian una tendencia que va desde Australia a Bulgaria y de China a Brasil, donde se están haciendo desarrollos propios y de acuerdo a las necesidades locales. La gran mayoría de los servidores del mundo utilizan SL y son cada vez más las empresas que están cambiando los escritorios de las PC de sus empleados a Linux y Open Office (similar al Office de Microsoft), aunque es muy difícil calcular porcentajes. Si bien la migración genera costos y dolores de cabeza, es una forma de dejar de pagar licencias (que puede rondar los 500 dólares por una máquina con Windows y Open Office) y de abandonar la carrera forzada a la que obligan los programas más nuevos. “En principio siempre se plantea la migración al SL por una cuestión de costos, pero por ejemplo en el caso de Munich hubo rebajas del SP que llegaron a ser más baratas que pasarse a SL, cosa que no pasaría en el tercer mundo donde la mano de obra es más barata”, cuenta Olivera. De cualquier modo, estos precios bajos son, justamente, una respuesta a la amenaza de la migración y subirían si esta desapareciera.
Con respecto a los usuarios individuales, el espectro del SL parece, por ahora, limitado a programadores y fanáticos. Es que en la Argentina son muy pocos los que pagan por SP legal y no ven razón para cambiar. Aún así hay un lento avance y cada vez más gente va a los encuentros –virtuales y reales– en los que se ayuda a los más nuevos a adaptar la migración a las necesidades de su PC y a resolver problemas. La decisión pasa por cuánto control quiere tener uno sobre su PC.
Otro argumento frecuente contra el SL es que “hay muchos programas muy específicos a los que el Linux no da una respuesta definitiva. Hay dos respuestas: o comprás SP o desarrollás el SL”, desafía Olivera. Así y todo, para no quedar afuera, muchas empresas desarrollan su SP –pago– para que funcione en un entorno libre. Y además se han creado programasque permiten que el software libre “engañe” al programa a instalar (por ejemplo uno de diseño sólo compatible con Windows) para que funcione.
Pero probablemente el mayor desafío sea cambiar la forma en la que uno se enfrenta a la computación. Utilizando un SL uno tiene la posibilidad de cambiar cosas. Por ejemplo, supongamos que cada vez que uno abre dos programas determinados la máquina se cuelga. Si se tratara de un programa de SP la sugerencia del técnico sería el clásico “hay que reinstalar todo”. En cambio, con SL se podría enviar un mail a alguno de los cientos de sitios de usuarios para saber si a alguien más le pasó algo así (lo cual es muy probable) y obtener la información de qué hacer para lograr que la máquina no se cuelgue más. Lo que cambia entre uno y otro es la forma de relacionarse con la herramienta informática. Según Olivera: “Uno empieza a participar. Sale del modelo de la televisión en el que sólo recibe. Y entre todos armamos algo nuevo. Lo que cambia es que con el SL tenés libertad”. Ocurre que la dimensión política de Linux también es fuerte, probablemente la más conocida, aunque evidentemente no es la única.
La migración virtual del siglo XXI, al parecer, será peleada (como cada vez que se intenta ocupar territorio donde hay otro) y hacia una tierra que ofrece más diversidad.

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