FINAL DE JUEGO
Donde se esfuman los secretos de la fábrica de fósiles y se plantea un enigma divino
Por Leonardo Moledo
Allí estaban los tres en la puerta de la fábrica de fósiles, al costado mismo de la Facultad. Un filósofo, un embajador inglés y un policía era el trío más apropiado para asomarse al misterio del tiempo. Porque de eso se trataba, en suma: los fósiles, al fin de cuentas fueron columnas del cuerpo y más tarde vencedores del tiempo, del tiempo matemático de Newton que elimina lo superfluo, y que fluye en el sentido implacable de la entropía. Se acercó un capataz, vestido con harapos, los ojos raídos, moviéndose dudosamente, sonámbulo, como si les faltara materia resistente, algo que les diera dureza y mantuviera erecto el esqueleto –justo en una fábrica de fósiles–. La dentadura estaba carcomida y torpemente arreglada. El plomo asomaba aquí y allá. Cada tanto, una amalgama desprendida dejaba al descubierto inmensas cavernas dentales, caries geológicas, capaces de nutrirse del alimento escamoteado a los cuerpos.
–Bienvenidos, sahibs –dijo el capataz.
–¿Ven? –dijo el embajador de Inglaterra–. Esto lo aprendimos en la India, con excelente resultado. Algunos dicen que estamos en decadencia, pero conservamos nuestras tradiciones.
Y de pronto, se les vino encima el rugir de las máquinas, y el espectáculo inmenso de la fábrica; el capataz, ceremonioso, los guiaba: las fosilizadoras parecían máquinas inmensas, que desafiaban a la electrónica, ya que eran puro engranaje y ruedas, y las autenticadoras, inmensas, tenían el aspecto de lo definitivo, ya que eran el baluarte de la lucha contra el tiempo.
—Miren —explicó el capataz—, al revés de lo que piensa todo el mundo, la fabricación de fósiles es un proceso complicado, casi una ciencia exacta.
–¿Y cuál es la materia prima? –preguntó el Comisario Inspector.
El capataz se embarcó en una larga explicación, pero el Comisario Inspector ya había avizorado un rincón de la fábrica cerrado con siete llaves, una torre, un lugar que los gritos proclamaba ser secreto, y observó también que el capataz evitaba cuidadosamente mirar hacia allí.
Y entonces planteó un enigma: “Un hombre comparece ante el dios del lugar, y éste le ofrece que formule tres deseos, que serán inexorablemente cumplidos. Después de pensar un poco, el hombre formula los siguientes deseos.
Deseo 1: que se cumpla el deseo 2
Deseo 2: que se cumpla el deseo 3
Deseo 3: que no se cumpla el deseo 1.
¿Qué hace el dios?
¿Qué piensan nuestros lectores? ¿Qué hace el dios? ¿Y cuál será la materia prima de la fábrica de fósiles?
Correo de lectores
Bacterias pesadas
Las bacterias se multiplican por fisión binaria simple y crecen de modo exponencial, pero cuando alcanzan la saturación, el crecimiento declina. El gráfico que lo representa es una curva que asciende, entra en una meseta, y luego cae. La velocidad de la multiplicación depende de la naturaleza de la bacteria y del medio de cultivo. Por caso, la famosa Escherichia coli se divide efectivamente cada 20 minutos, en un caldo a 37C. La biomasa de un cultivo de bacterias se puede determinar en peso seco. El tamaño y masa de una célula varía de acuerdo al medio en que se cultiva. Por ejemplo, el peso seco por célula de la Salmonella typhimurium puede estar entre los 240 y 1090 x 10 -15 gramos, dependiendo del medio.
Darío A. Alonso
Bacterias pesadas II
Estimados caballeros,
Una bacteria corriente pesa aproximadamente 5 x10 exp (-13) gramos.
Si fuera posible sostener la velocidad de crecimiento a que se vienen refiriendo en las dos últimos enigmas (20 minutos) durante 48 horas, terminaríamos en ese lapso con una masa bacteriana aproximada de 1,1 x 10 exp (28) kg, es decir, alrededor de 2000 veces la masa de la Tierra.
Obviamente esto no sucedería jamás, puesto que no hay en la Tierra suficientes nutrientes ni agua para sostener tal velocidad de multiplicación (que sólo se da en condiciones apropiadas de cultivo). Por otra parte, las sustancias de desecho producidas por las propias bacterias, al acumularse, detendrían el proceso.
Saludos,
Mario Capra
Bacterias pesadas III
En un mes, la cantidad de bacterias estará dada por un número de 651 dígitos, a cinco dígitos por centímetro, necesitaríamos 1,32 m de papel para escribirlo. Como muy bien acota Claudio Sánchez en la edición anterior, en cuatro días habría más bacterias que átomos en el universo. ¿Y cuanto pesarían? Habría que saber dónde. Sería más preciso preguntar cuánta masa tendrían. Al final del mes tendríamos un serio problema de hacinamiento de bacterias. Habría que esperar que el universo se siguiera expandiendo.
Roberto Fedorovsky