futuro

Sábado, 6 de diciembre de 2003

LIBROS Y PUBLICACIONES

La larga revolucion

La larga revolucion
Raymond Williams
Buenos Aires: Nueva Visión, 2003,
356 páginas.

La herencia más perdurable del educador, sociólogo y estudioso de la literatura británica Raymond Williams (1921-1988) ha sido el entusiasmo que encendió, y que aún hoy no se ha extinguido, por los llamados “Estudios Culturales”. El programa de investigaciones culturales y la metodología que propugnaba para cumplirlo se dieron cita puntual en Estados Unidos, donde programa y método fueron aplicados con brutalidad: se apartó de los curricula clásicos a Eurípides –puesto que en su obra habría misoginia–, y abundaron las tesis acerca del “falocentrismo” en la vida y obra de Shakespeare.
En términos generales, los Estudios Culturales trataron de desplazar la crítica estética de las formas artísticas de una sociedad, y colocar el énfasis sobre el análisis de su función en la cultura. A su vez, este análisis, atento a las ideologías y a sus conformaciones institucionales como la educación y los medios de comunicación, estudiaba el reflujo y la reconducción de la cultura sobre la sociedad y aun la política y la economía. Por eso mismo se asocia a los Estudios Culturales con una posición de “materialismo cultural”.
La revolución a la que alude el título de esta obra de Williams es la cultural, más prolongada, penetrante y difícil de evaluar —según el autor— que las revoluciones industrial y democrática. Williams no traiciona sus orígenes proletarios, por eso sus alarmas en contra del capitalismo desdeñaron el tono agrio que muchas veces fue el de la Escuela de Frankfurt. Para Williams, las experiencias vividas no pueden someterse con tanta docilidad a sistemas teóricos. Y en La larga revolución, cuya edición ampliada de 1965 es la que se reproduce en 2003, despliega esta convicción en un recorrido que va del análisis filosófico a la sociología de Gran Bretaña en los años ‘60s. Se trata de un libro decididamente preThatcher: el neoliberalismo ya estaba allí esperando, pero reconocerlo hubiese significado admitir que a la revolución democrática, acaso, le faltaba un trecho por recorrer.

Sergio Di Nucci

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