Sábado, 2 de abril de 2005 | Hoy
NOVEDADES EN CIENCIA
La física de los bestsellers
NewScientist
Ni los libros se salvan.
Los años pasan; los científicos se ponen viejos y (algunos, los
menos) comienzan en su debacle a rastrillar zonas vírgenes, aún
no rozadas por el brazo de la ciencia, para ver si allí hay algo que
pescar. Así hay especialistas (vaya a saber uno con cuánto presupuesto
bajo el brazo) que dejan el clacisismo de lado y se adentran a aplicar sin asco
modelos, teorías y recuadros en tostadas (para averiguar cuál
es la ecuación que determina su cocción perfecta), cordones (y
hallar por si faltaba la mejor fórmula para atarse los zapatos
con la menor cantidad posible de cordón) o lagunas (y ver si hay un cálculo
que garantice un mayor número de rebotes en aquel divertimiento campechano
llamado patito). Por eso, con esta lista de antecedentes en cuenta,
no parece del todo extraño que alguien se haya dignado a desenmarañar
de una vez por todas el proceso oculto casi esotérico que
hace que un libro cualquiera llegue al tope de las ventas y se corone como un
bestseller.
El culpable de este asunto se llama Thomas Gilbert, un estudiante de finanzas
de la Escuela de Negocios de la Universidad de Berkley (Estados Unidos) y con
un doctorado en física, que sacó los modelos estadísticos
del armario (los mismos utilizados para analizar catástrofes, la dispersión
de una enfermedad y los mercados financieros) y se metió de lleno a estudiar
la dinámica del éxito comercial de 138 libros que aparecieron
en la lista de los top 50 del sitio Amazon.com, entre los años
2002 y 2004. Y entrevió dos procesos: impulsados por el rumor, algunos
libros depuntaban abruptamente (como El Código Da Vinci) y luego experimentaban
una caída sostenida en las ventas (shock exógeno).
Otros, en cambio, llegaban a la cima del ranking después de permanecer
bastante rato en el mercado, para finalmente desaparecer sin que muchos se diesen
cuenta (shock endógeno). Con todo esos datos alimentados
por las actualizaciones hechas hora a hora acorde con las subidas y bajadas
en las ventas, Gilbert armó un conspicuo modelito (econofísico,
como lo bautizó) que, según asegura, sirve para predecir la suerte
de cualquier libro que salga a la venta.
El de Gilbert no es un descubrimiento que le hará ganar un Premio Nobel,
pero para ser la primera vez que este fenómeno de ventas es analizado
con ojos matemáticos, no está nada mal. Eso sí: en el estudio,
el factor calidad literaria brilla por su ausencia.
Viejos, sanguineos y flexibles
Science
Con los dinosaurios, como
con el resto de los organismos que reptaron, caminaron o saltaron en la Tierra,
el tiempo no tuvo compasión alguna. Simplemente, los destrozó.
La evidencia lo confirma: de ellos sólo quedaron sepultadas, ocultas,
perdidas las estructuras más firmes de sus monumentales cuerpos:
los huesos, fosilizados en el corazón de las piedras y en la vastedad
de las estepas. Tal vez sea por eso que hallar algo más que sólo
vértebras, costillas y fémures baste para convertir a la expedición
científica más básica en una travesía digna de ocupar
un lugar providencial en la memoria.
Fue exactamente lo que le ocurrió a la paleontóloga Mary Schweitzer
(Universidad de Carolina del Norte, Estados Unidos) quien encontró en
un cañón de Dakota del Sur, en 2000, tejido no fosilizado que
perteneció a un Tyrannosaurus Rex hace 70 millones de años. Allí
estaban: tejidos blandos, microestructuras parecidas a glóbulos rojos
y vasos sanguíneos elásticos y flexibles que habían burlado
al tiempo.
Son tan elásticos estos tejidos que después de estirarlos
retoman su forma original, comentó la científica. Hasta
ahora nadie sabe por qué, pero los vasos sanguíneos, que fueron
extraídos del fémur de 107 cm de largo de este T. Rex pequeño
(bautizado B-rex), se salvaron de ser mineralizados como el resto
del cuerpo.
Por supuesto, los tejidos ya están siendo examinados en busca de material
genético y anticuerpos de proteínas en buen estado que podrían
ayudar a los científicos a investigar la relación de parentesco
y la evolución de los dinosaurios en relación con especies actuales.
Ni más ni menos.
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