Sábado, 13 de diciembre de 2003 | Hoy
NOVEDADES EN CIENCIA
NewScientist
Mamá gorila
La escena ocurrió en un zoológico norteamericano, y dejó
bien en claro que las gorilas saben cómo educar a sus hijas, incluso
en el cuidado de las crías. Desde hace varios meses, el primatólogo
japonés Masayuki Nakamichi (Universidad de Osaka) y un grupo de cuidadores
del zoológico Wild Animal Park, en San Diego, California, vienen observando
la conducta de dos de las principales atracciones del lugar: la gorila Alberta,
de 21 años, y su hija Ione, de 11 años. Y muy especialmente, desde
que Ione dio a luz a una cría. La cuestión es que, luego del parto,
la flamante madre se olvidó de su cría. Pero la atenta abuela,
Alberta, se acercó a la criatura, la tomó en sus brazos y comenzó
a mostrársela insistentemente a su desatenta hija, hasta que ella finalmente
sujetaba a su cría. La escena se repitió durante los dos días
siguientes, pero luego las cosas cambiaron: Ione comenzó a sostener a
su bebé sin la intervención de Alberta. E incluso, la acariciaba.
Evidentemente, dice Nakamichi, “Alberta le enseñó a su hija
un apropiado comportamiento maternal”. Lamentablemente, Ione murió
cuando su bebé tenía sólo 10 meses, pero inmediatamente
fue adoptada por otra gorila hembra del zoológico californiano.
En el medio salvaje ya se ha observado a gorilas hembras enseñándoles
a sus crías a caminar o a trepar. Pero, según este primatólogo
japonés, esta pequeña historia de primates en cautiverio sería
el primer reporte directo sobre madres gorilas educando a sus hijas sobre el
cuidado de las crías.
Archaeology
Protegiendo a los moai
Por culpa del paso del tiempo, la erosión, e incluso el turismo, los
famosos “moai” de la Isla de Pascua están en peligro. Pero,
afortunadamente, una compañía alemana planea restaurarlos durante
2005.
Estas enigmáticas figuras tienen entre 400 y 1000 años de antigüedad.
Y fueron construidas por una extinta civilización que habría llegado
a la isla –perdida en pleno Océano Pacífico Sur, a miles
de kilómetros de la costa chilena– proveniente de la Polinesia
o de América del Sur. Los moai, que se concentran en las costas de la
isla, fueron esculpidos a partir de enormes rocas volcánicas, miden 4
metros de altura en promedio, y en ciertos casos superan las 80 toneladas de
peso. Lo concreto es que muchas de estas cabezas gigantes están muy deterioradas.
“Hay que hacer algo pronto, pero tratándose de más de mil
piezas, eso es un gran desafío”, dice Stefan Maar, de la compañía
restauradora Maar Denkmalpflege GMBH, de Berlín. Maar y los suyos ya
han trabajado en la preservación de varios monumentos históricos
de Alemania. Y ahora han firmado un acuerdo con la Unesco para proteger las
exóticas figuras de piedra.
La idea es aplicarles una serie de productos químicos que, entre otras
cosas, impedirían el paso de la humedad y detendrían el avance
de grietas internas. Según Maar, los trabajos comenzarían a principios
de 2005, y el costo del operativo rondaría los 10 millones de euros.
SCIENTIFIC AMERICAN
Autopsias virtuales
Aristóteles las hacía; Leonardo Da Vinci también. Pese
a los siglos que los separan, ambas grandes figuras de la historia de la ciencia
coincidieron en el mismo afán: ver con sus propios ojos el interior del
cuerpo humano. Como las autopsias que se realizan en la actualidad, los procedimientos
para lograr tal fin eran bastante invasivos, no evitaban la descomposición
del cuerpo, podían llegar a destruir evidencias forenses cruciales y,
básicamente, eran subjetivos. Pero no más: un grupo de científicos
suizos acaba de presentar una nueva técnica virtual para practicar autopsias
sin abrir el cadáver que promete revolucionar la ciencia forense.
Se llama “virtopsy” (algo así como “virtopsia”)
y aúna dos técnicas de diagnóstico por imagen para generar
un modelo tridimensional del cuerpo: la tomografía axial computarizada
y la resonancia magnética. Con la primera se obtiene información
general sobre el estado patológico del cadáver y datos precisos
sobre los posibles daños traumáticos. La segunda, en cambio, se
aplica a zonas concretas del cuerpo, con el propósito de examinar al
detalle los tejidos blandos, músculos y órganos.
Por ejemplo, un escáner de la superficie corporal permite construir mediante
diseño asistido por una computadora una imagen tridimensional de la herida
sufrida –en caso de asesinato– y, a continuación, del arma
usada para infligirla. La hora de la muerte se determina con precisión
a partir del análisis de los metabolitos que aparecen en el cerebro con
la descomposición post mortem.
Hasta ahora, el patólogo forense Michael Thali (director del programa
de investigación forense de la Universidad de Berne) ya realizó
cien de estas autopsias virtuales en los últimos tres años sin
usar un solo escalpelo. La principal ventaja de la virtopsia es que se respeta
la integridad del cuerpo, algo muy importante para los familiares y en ciertas
religiones.
Mientras los griegos las realizaban hace 2500 años, para los romanos
y durante la Edad Media las autopsias estaban prohibidas. A los médicos
no les quedaba otra más que diseccionar animales o conseguir cadáveres
en campos de batalla, el mercado negro o en las morgues de los hospitales.
Recién en el siglo XVIII, estas prácticas comenzaron a ser vistas
con mejores ojos. Un gran propulsor en ese campo fue el italiano Giovanni Batista
Morgagni (1682-1771) quien realizó más de 600 autopsias y escribió
el primer tratado de patología comprensiva en 1769.
Aunque Thali explica que pasarán de diez a quince años antes de
que este método se acepte, en algunos tribunales de Suiza ya se están
presentando sus resultados. Todo sin mancharse las manos.
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