Sábado, 29 de mayo de 2004 | Hoy
NOVEDADES EN CIENCIA
NewScientist
Las alas del “avesaurio”
En 1861, un grupo de canteros alemanes descubrió, dentro de un bloque
de piedra caliza de 140 millones de años en Solenhofen (Baviera), un
extraño y llamativo fósil. Todo parecía confuso y la apariencia
de este grupejo de huesos no ayudaba mucho. Con el tiempo, este fósil
recibió un nombre (Archaeopteryx), pero las preguntas de fondo aún
permanecían sin respuesta: ¿era un dinosaurio, un ave, o ambos?
Es que, como un péndulo, la opinión pasó de que era un
diminuto dinosaurio carnívoro a que se trataba de un pájaro un
poco más grande que una paloma, con plumas, dientes y garras en las alas,
y ciertos caracteres reptilianos (por ejemplo, tenía una cola larga como
la de un lagarto). La cuestión es que muchos expertos creen que el Archaeopteryx
tal vez sea, para beneficio de muchos evolucionistas, ni más ni menos
que el eslabón entre dinosaurios y pájaros. Ahora un par de científicos
condimenta un poco más la polémica y agrega que este animalito
–del que existen siete ejemplares fósiles en el mundo– no
habría tenido dos sino cuatro alas.
Tras un análisis microscópico, el zoólogo danés
Per Christiansen (Universidad de Copenhage) y el paleontólogo Niels Bonde
(Instituto Geológico de Copenhage) anunciaron que el ejemplar del Archaeopteryx
estudiado (actualmente en el Museo Humboldt de Berlín, Alemania) tenía
plumas largas en su espalda y más cortas en las patas (3,5 cm de largo,
demasiado pequeñas para poder volar con ellas). La idea también
está respaldada por el descubrimiento en 2003 de un pequeño dinosaurio
llamado Microraptor, que habría vivido 20 millones de años después
del Archaeopteryx y que también tenía pequeñas plumas en
sus miembros.
“Concluimos que las plumas aparecieron mucho antes que el vuelo”,
dicen los investigadores al final de su paper. Ahora habrá que ver si
esto no se vuelve tan engorroso como la polémica sobre qué apareció
primero: el huevo o la gallina.
SCIENTIFIC AMERICAN
Nuevo período geológico
Es sabido que los tiempos de los geólogos son largos. Después
de todo, su objeto de estudio, la tierra y su historia, cuenta con grandes –pero
muy grandes– períodos temporales de extensión. Y como no
podía ser de otra modo, a la hora de votar por el nombre de un nuevo
período geológico, los miembros de una de sus organizaciones más
importantes (la Comisión Internacional de Estratigrafía) tardaron
lo suyo: tan sólo 15 años de debate. La etapa en cuestión
–que comenzó hace 600 millones de años (y terminó
hace 542 millones de años) cuando la Tierra era una gran bola de hielo
y que forma parte del Neoproterozoico, momento en que las formas de vida unicelulares
comenzaron a desarrollarse en el planeta– se llamará desde ahora
Ediacarán (derivación del nombre de unos montes ubicados en el
sur de Australia, Ediacara, que en la lengua de los aborígenes significa
“lugar donde hay agua”). Y se trata de la primera modificación
del calendario geológico hecha en 120 años. “Siempre se
ha reconocido que la última parte del Precámbrico era un tiempo
especial, antes de que existieran los primeros animales con caparazón,
cuando existían esas criaturas extrañas, cubiertas con una especie
de malla o red”, comentó Jim Ogg, secretario general de la comisión.
Los geólogos ya sabían de este período de 58 millones de
años, pero en cada parte del mundo se lo llamaba de manera distinta.
Según se cree, el Ediacárico comenzó al final de la última
glaciación que cubrió el planeta (cuya antigüedad se calcula
en 4600 millones de años).
Pero la decisión no dejó a todos contentos: los geólogos
rusos –que desde 1952 se refieren a este período como Vendian–
ya elevaron una queja formal ante la comisión. “La decisión
ignora tanto la prioridad del nombre Vendian como la antigua tradición
de utilizar este término en la literatura geológica internacional”,
dijo el famoso científico ruso Boris Sokolov. Tal vez habrá que
esperar otros 15 años para saber cómo concluye esta historia.
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