Sábado, 28 de mayo de 2005 | Hoy
FINAL DE JUEGO
Donde Kuhn reclama la presencia del Comisario Inspector
Por Leonardo Moledo
–Las cartas están interesantes –dijo Kuhn–, y poco a poco nos vamos acercando al meollo del asunto: la diferencia entre identidad e indistinguibilidad.
–Bueno –dijo el embajador inglés–. Si el problema es ése, no creo que peligre la fábrica.
–Pero creo –dijo Kuhn– que para resolver un problema que se extendió a lo literario y darle un corte definitivo, es necesaria la presencia del Comisario Inspector.
Los dos miraron el corredor del Departamento de Física, que estaba, desde un extremo a otro, ostensiblemente vacío.
¿Qué piensan nuestros lectores? ¿Vendrá el Comisario Inspector?
Fósiles y tornillos
¿Distintos o distinguibles? Con el perdón de Su Excelencia el Sr. Embajador de Su Graciosa Majestad, creo que hay una superposición de dos planos en la discusión acerca de los fósiles. Por un lado, está la cuestión de si los fósiles son distintos (y en consecuencia de cuál sería falso y cuál auténtico) y, por otro lado, suponiendo que sí lo sean, el problema de si son distinguibles, o sea si podemos conocer cuál es cuál. La primera cuestión es el “viejo y persistente problema filosófico” que menciona Carina y al respecto tiendo a simpatizar con la posición de Gruszeczka y no tengo dificultad en admitir que todos los tornillos son distintos.
La cuestión de si son o no distinguibles tiene una respuesta más evidente: por la misma forma de construcción descripta los dos fósiles son indistinguibles, diríamos que son indistinguibles por definición.
En el argumento de Su Excelencia acerca de si se pueden o no duplicar los fósiles como los tornillos, si por duplicar se entiende hacer el mismo tornillo más de una vez, la respuesta es no, pero, en cambio, si duplicar significa hacer una serie de tornillos (o fósiles) indistinguibles respondería que sí. La discusión de los fósiles me llevó a releer Pierre Menard, autor del Quijote de Borges. Vale la pena.
Raúl Carnota
Original o duplicado
Como dice Víctor, estrictamente cada objeto es único e induplicable, pero podemos considerar la producción de un objeto indistinguible como una duplicación siempre y cuando sólo nos interesen las cualidades funcionales del objeto. Lo importante de un tornillo es su capacidad de atornillar, consecuencia de su forma y composición material, y en tanto la copia las comparta puede reemplazarse el original por la copia sin ninguna diferencia. Pero lo importante de un fósil, el motivo por el cual lo valoramos, no es su forma y composición material concretas, sino algo más abstracto: su capacidad de enseñarnos algo sobre la prehistoria, de decirnos algo sobre cómo era la vida en la Tierra en tiempos lejanos y, salvo invención de viajes en el tiempo, inaccesibles. La copia, en cambio, no nos enseña nada nuevo, porque para hacerla necesitamos tener primero un original. Tal vez es por esto que no damos valor a la copia. (...)
Es más difícil explicar racionalmente el aspecto del valor del original, pero es comparable al de objetos artísticos: una copia perfecta de un cuadro de Leonardo o Rafael no produce la misma sensación que un original, no “nos pone en contacto” con el artista de la misma manera. En nuestra valoración de objetos artísticos y fósiles parece haber un componente de lo que los filósofos llaman indexicalidad: no queremos simplemente “saber cómo es” un dinosaurio o un cuadro pintado por X, deseo que podría satisfacer la copia; queremos poder decir del objeto que vemos “esto, exactamente esto, fue un dinosaurio/fue pintado por X”. La racionalidad de este sentimiento es discutible, pero me parece claro que existe en la mayoría de nosotros.
Un saludo
Alejandro Satz
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