Sábado, 5 de noviembre de 2005 | Hoy
FINAL DE JUEGO
Por Leonardo Moledo
–Curioso –dijo el Comisario Inspector–. No hubo respuesta sobre la existencia o no de los unicornios existentes. Julieta Pinasco me acusa de derrumbar su mundo de amor por los personajes de novela, al pretender que el Quijote no existe, y encima me pregunta si yo existo, cuestión sobre la cual no me pronunciaré y que dejo a los lectores como enigma.
Por otra parte, alguien que no firma su larguísima carta que obviamente no podemos publicar me acusa de jugar sucio... y, lo que es peor, de pertenecer a la mejor maldita policía del mundo, lo cual desde ya es una ofensa imperdonable.
Ahora bien. Que quede claro: yo no dije que los unicornios existentes no existieran, sino que pregunté si existían o no. Y sobre eso, no tengo respuestas. Obviamente, el predicado existente se le puede aplicar al unicornio como a cualquier otro ente; esto es: yo puedo hablar perfectamente de los unicornios existentes, o de los personajes de novela existentes. Mi pregunta es si los “unicornios existentes” existen o no. Si no existen, ¿cómo se explica que sean existentes? Y si existen, ¿dónde están?
Nuevamente, ¿qué piensan nuestros lectores? ¿Existen o no?, ¿y el Comisario Inspector existe?
¿Tu tambien, Quijote?
Mi muy estimado Comisario Inspector: Su pregunta parte de una premisa que incluye ya la respuesta y cuya validez cuestionaré más abajo. En principio, si el unicornio no existe importa poco cuáles sean los atributos que se le asignen. No existe y ya: sea existente, azul o verde. La cosa no existe y por definición no existen tampoco sus atributos. Ahora bien, y en segundo lugar, lo que me interesa: sostiene usted categóricamente que no existen esos seres ficcionales llamados unicornios. De lo que se deduce que tampoco existe, por ejemplo, don Quijote, tan ficcional como el unicornio. ¿Por qué entonces cada vez que llego al último capítulo en que el hidalgo muere y Sancho sostiene que dejarse morir de melancolía es lo peor que puede pasarle a un hombre, lloro angustiada como si se muriera mi padre?
Tantos años dedicados al estudio y enseñanza de ese mundo de seres ficcionales –inexistentes según usted– llamado literatura para venir a descubrir que me paseé en un palacio de vanas sombras. Todo esto lleva a una acuciante cuestión: ¿usted, mi estimado Comisario Inspector, existe?
Con afecto,
Julieta Pinasco
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