Vie 04.09.2015
las12

ENTREVISTA

El tiempo es ahora, Manuela

Manuela Carmena, la jueza convertida en alcaldesa de Madrid, gracias a una coalición de fuerzas diversas pero que representaban sobre todo el empuje de las movilizaciones que tomaron las plazas en 2011 para manifestar su indignación por el modo en que España –y Europa toda– tramita sus crisis, cerca de los mercados, lejos del pueblo. Ella, junto a Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, expresan el intento de abrir los ayuntamientos a las organizaciones sociales, el activismo y la ciudadanía en general. ¿Podrá también impregnar su gestión de feminismo?

› Por Veronica Gago

Manuela Carmena es la flamante alcaldesa de Madrid. Hace dos meses fue electa con una campaña que se enfervorizó y viralizó en la última semana y la consagró con 20 concejales. Su imagen se replicó aquí y allá, concentrando una gran expectativa de cambio y como contrapunto directo con Esperanza Aguirre, la aristócrata candidata del Partido Popular. Manuela se presentó al frente de la coalición Ahora Madrid, una alianza entre varias fuerzas, entre ellas Podemos y Ganemos Madrid, deudoras de las olas de movimientos que se iniciaron con las ocupaciones de las plazas, las llamadas “acampadas”, del 15M de 2011. Manuela junto a Ada Colau, la militante alcadesa de Barcelona también recientemente electa, se convirtieron en dos íconos de una apuesta femenina por el cambio a nivel de la gestión en las dos ciudades más importantes de España, en una Europa que sigue sacudida por la crisis. Ambas expresan, de manera diversa, el empuje de transformación desde abajo que pretende traducirse en lo que alguna parte del activismo ha llamado la “hipótesis municipalista”: un intento de llevar las acampadas a las sedes institucionales de los ayuntamientos para abrirlos a las organizaciones sociales y a la ciudadanía en general, después de quebrar el histórico bipartidismo español PPPSOE. De todas maneras, el apoyo del PSOE jugó un papel en la victoria y, al igual que en Barcelona, hay que ver cómo los resultados de las próximas elecciones generales, previstas para noviembre, impactan en el actual equilibrio de poder local.

Manuela estuvo en Buenos Aires para presentar su libro Por qué las cosas pueden ser diferentes (Capital Intelectual). La portada la presenta dos veces: con el subtítulo del libro: “Reflexiones de una jueza” y con el sticker de promoción: “De jueza ‘indignada’ a alcaldesa de Madrid”. Tiene 71 años y una larga trayectoria en la defensa de derechos humanos, como abogada laboralista y jueza. Representa una contraimagen de la “casta”, como se popularizó en España la crítica a la política de la élite partidaria. “Soy una señora mayor, una abuela más o menos simpática que dejé mi paraíso de jubilada para asumir este desafío”.

Muchacha, di que sí

Educada en un colegio de monjas, recuerda con nitidez el impacto que le produjo a los 15 años leer unas columnas periodísticas que se llamaban “Muchacha di que sí”. “Se publicaban en el diario tradicional ABC, cuando aun en España se prohibía trabajar a las mujeres y eran ideas totalmente extrañas para la moral religiosa de la época: decían muchacha dí que sí a tal viaje o a tal oportunidad, di que sí a ese muchacho que te atrae, etc.” De hecho, aprovecha para escribir una nota de homenaje a aquella periodista desconocida. “Alguna vez habría que responsabilizar a todas aquellas fuerzas negras que durante tanto tiempo mantuvieron la explotación de la mujer. Y contar todas las formas de resistencia. Como aquello que se cuenta de algunas mujeres que, como se les prohibía aprender a leer, lo hicieron a partir de lo que podían: partiendo de la letra del Padre Nuestro que se sabían de memoria.”

El libro que vino a presentar primero fue rechazado por otra editorial, que originariamente se lo había encargado y no le convenció el resultado. Así que quedó en un cajón como un borrador sin terminar. Luego, surgió otra oferta y se publicó sin saber que se convertiría en una suerte de carta de presentación de su candidatura. Antes había escrito Crónica de un desorden, dedicado a la situación de la Justicia.

¿Cuál es su relación con el movimiento de mujeres y el pensamiento feminista?

–Yo tengo asociado mi despertar con una profesora de matemáticas, en un colegio de monjas, donde la mayoría de las docentes era seglares. Un día antes de empezar la clase, preguntó: “A ver, ¿cuántas de vosotras vais a ir a la universidad? Sólo quiero decirles que las que entren, después tienen que comprometerse en desarrollar su profesión para el bien social”. Yo tenía trece años pero ése fue un hito, pensar en la universidad, por eso insisto en que las maestras tienen un rol absolutamente clave. La idea de ir a la universidad no caía mal en mi estructura familiar, que no era machista, éramos todas hermanas, pero aun así era raro. En la España de la dictadura no había una referencia de mujeres profesionales. Sin embargo, es recién cuando llego a la universidad que conozco y me entero de la otra España. Tengo la sensación clara de que cuando llego a la universidad recobro una parte de mi vida totalmente oculta. Por entonces existía el sindicato falangista con una sección femenina que aun siendo falangista era feminista y empiezo a relacionarme. Luego me encuentro con la historia de las grandes mujeres republicanas, como Clara Campoamor y su defensa del voto femenino. Me conecto con las asociaciones antifranquistas y ahí me paso para el otro lado. Con esto quiero decir que elijo porque siento que los míos son los que han sido derrotados. Es una sensación muy bonita porque es comprender de pronto que todo lo que vibra en ti tiene que ver con los vencidos, con los exiliados, con los derrotados y eso te define. En la universidad ya creamos un movimiento de movilización de las mujeres. Y, por una serie de circunstancias, hacemos un seminario sobre El segundo sexo y ahí me enamoro de Simone de Beauvoir. Y ahí llega otro hito para mí que ha sido la lectura de Mística de la feminidad, de Betty Friedan. Al tiempo me recibo de abogada y me ubico en grupos de feministas independientes.

Ya estamos en los años 70. ¿Usted también inicia una militancia en el Partido Comunista y sostiene en simultáneo la organización con mujeres?

–Sí. Se hablaba de la “doble militancia”. Estábamos vinculadas al Partido Comunista pero a la vez al movimiento de liberación de mujeres, más autónomo. La idea era dar muestras vivenciales de lo que íbamos descubriendo. Así, por ejemplo, cuando yo tuve mi primer hija no dejé de trabajar. Al principio me llevaba la niña al despacho, donde instalé una cunita. Como desde mi generación teníamos tan claro que no teníamos nada que ver con ese mundo oficial, era fácil cambiar. No había nada con que identificarse y el 68 había sido la justificación de buscar alternativas personales diferentes. El feminismo fue una línea que estuvo siempre muy cerca de mí.

En 1977, su estudio jurídico sufrió un atentado, en el que murieron varios compañeros suyos. Fue un episodio clave en España conocido como la matanza de Atocha y que tornaba ridículas las acusaciones de la candidata del PP que hablaba de una complicidad de Manuela con la ETA. Más tarde, representó a su país en el Grupo de Trabajo contra las Detenciones Arbitrarias de la ONU, en la Comisión dependiente de la Dirección de Derechos Humanos del Departamento de Justicia del Gobierno vasco y fue relatora de Naciones Unidas.

Las economías del cuidado

Esta muchacha al final dijo que sí. Y Ahora Madrid, partido sin vida orgánica propia, la llevó a lo que confiesa nunca había fantaseado: ser la alcaldesa de la capital (aun si alguna vez le habían ofrecido un puesto en el gobierno de Felipe González). Dejó su emprendimiento: una tienda de ropa para bebés, confeccionada por mujeres presas de una cárcel de Sevilla. El programa con el que se comprometió tuvo como eje detener los desahucios y desalojos, frenar las privatizaciones y garantizar los servicios básicos. También poner a debatir el modelo urbano, de fuerte especulación inmobiliaria. Suele hablar de exigir una “austeridad por arriba” y revalorizar el papel del funcionariado público. Parte de esa agenda se está discutiendo hoy mismo (4 de septiembre) en el encuentro Ciudades del Bien Común. Ganar y compartir experiencias de cambio que tienen a Manuela y a Ada Colau como protagonistas.

¿Cómo impregna esta experiencia con el feminismo a su perspectiva actual de gobierno?

–Primero me lleva a decidirme a hacer el esfuerzo: yo estaba extraordinaria en mi paraíso de jubilada. Pero creo que hay una manera de gobernar como mujer que merece el esfuerzo. Se trata de un tipo de gobernanza que va en el sentido de lo que entiendo como cultura de la mujer. Me refiero a formas de no violencia, de conciliación y, sobre todo, a una economía de los cuidados. Las mujeres siempre se han opuesto a la guerra, más allá de un personaje como la señora Thatcher, porque hay una defensa de la vida como primer impulso; el valor de la paz ha sido históricamente defendido por mujeres, a mí me gusta particularmente una pensadora española del siglo XIX que se llamó Concepción Arenal que teorizó la guerra como práctica ilegal por definición. Estas mentalidades han quedado oscurecidas por la cultura masculina de la confrontación, del poder por el poder, que busca sofocarlas. Y me interesa especialmente la economía de los cuidados. Creo que hay que incorporarla a la política para mejorar la vida en la ciudad.

Ada Colau, que desde que asumió ha abierto una agenda de temas de alto impacto, acaba de lanzar la propuesta de hacer de Barcelona una “ciudad refugio” para los migrantes y lo explicó en su muro de Facebook: “Antes de ayer 50 personas murieron asfixiadas en la bodega de un barco. Ayer más de 70 muertos en el interior de un camión. Hoy nos despertamos con dos naufragios: puede que más de cien muertos. Tenemos un mar que se llena de muertos. Unas fronteras que se llenan de alambres, pinchos, cuchillas... y de muertos. Hombres, mujeres, niños y niñas, muertos.

Y una parte de Europa llora, grita, quiere que se salven, que no mueran, pero... pero que no vengan, que se vayan, que desaparezcan, que no existan y que no tengamos que verlos en la tele, y menos en nuestras calles, con sus mantas, en el metro, o en las escaleras de nuestras casas. Algunos de forma irresponsable promueven el miedo a “los otros”, “los ilegales”, “los que vienen a vender sin licencia”, “a gastar nuestra sanidad”, “a quedarse nuestras ayudas”, “a ocupar nuestras plazas de colegio”, “a pedir”, “a mendigar” “a delinquir”... Pero el miedo es sólo eso: miedo. Nuestro miedo a vivir un poco peor contra su miedo a no sobrevivir. Nuestro miedo a tener que compartir una pequeña parte del bienestar contra su miedo al hambre y a la muerte, tan profundo que les ha dado el valor de arriesgarlo todo, para venir sin otro equipaje que el propio miedo. Miedo contra miedo. Y el suyo es más fuerte. Así que Europa, europeos: abramos los ojos. No va a haber suficientes muros ni alambres que paren esto. Ni gases lacrimógenos ni pelotas de goma. O abordamos un drama humano desde la capacidad de amar que nos hace humanos, o acabaremos todos deshumanizados. Y habrá más muertos, muchos más. Esta no es una batalla para protegernos de “los otros”. Ahora mismo esto es una guerra contra la vida. Que los gobiernos dejen de amenazar con el “Efecto llamada”. Lo que necesita Europa, urgentemente, es una “Llamada al afecto”, una llamada a la empatía. Podrían ser nuestros hijos, hermanas o madres. Podríamos ser nosotros, como también fueron exiliados muchos de nuestros abuelos. Aunque se trata de un tema de competencia estatal y europea, desde Barcelona haremos todo lo que podamos para participar de una red de ciudadesrefugio. Queremos ciudades comprometidas con los derechos humanos y con la vida, ciudades de las que sentirnos orgullosos”.

¿Se sumará Madrid a esta iniciativa?

–Estoy deseando que vengan las cuotas de migrantes que nos correspondan a través de los convenios europeos, de todxs aquellos que entran por los puertos italianos. Toda Europa es responsable y tiene que ser un espacio de acogida porque no podemos tener sobre nuestras conciencias al Mediterráneo como un mar de muertos. Habrá que buscar la mejor manera porque van a seguir viniendo a Europa. La idea es que cualquier persona, con o sin papeles, que viva en Madrid, tenga los derechos que le correspondan, a todxs por igual.

El traspaso generacional

El acampe en las plazas que se inició el 15M, Manuela lo vio por la televisión francesa desde el Congo, mientras hacía tareas de cooperación internacional. “Lo vi con mucho entusiasmo pero también sintiéndome muy fuera. Veía claro que era el papel de otra generación. Que decían cosas muy importantes y que hacía falta que alguien las dijera. Nunca pretendí unirme a ellos. Siempre me pareció que era su momento, su palabra.”

¿Hasta qué punto siente la fuerza que provino del 15M y de distintos movimientos como una fuerza que se traduce a la hora de gobernar?

–Creo que esa fuerza sirve para plantar nuevas semillas. Las modificaciones en las culturas políticas por definición llevan mucho tiempo pero gobernar abriendo la escucha a las cosas nuevas es un punto. La generación joven tendrá que trabajar sobre estos nuevos materiales que a su vez son rescates y rehechos de otros nuevos materiales que pusieron otrxs.

En términos de votos, Podemos en la Comunidad de Madrid salió tercero y en el Ayuntamiento ganó Ahora Madrid. ¿Cuál es su evaluación?

–El Partido Socialista llevaba un candidato muy poderoso para la Comunidad. En la elección del Ayuntamiento de Madrid muchas personas focalizaron su voto en mí más que en Podemos, creo que porque hay algo de mi candidatura que llamó la atención.

¿Cuáles definiría como desafíos de su gestión?

–Creo que es fundamental reforzar la capacidad de lo público como instrumento para dar servicios igualitarios. Después viene la adjetivación de este tipo de actividades. Es fundamental que Madrid recupere la ciudad que nos permita ser más felices en ella. El mundo moderno es el de las ciudades. Creo que estamos buscando nuevas maneras de la política pero no me atrevo a decir que tengo claro por dónde deben venir las nuevas maneras de organización democrática. Asambleariamente no se puede gestionar pero hay que conciliar esos dos procesos: el impulso de las iniciativas diferentes y la manera de gestionar eficazmente.

¿Con quiénes está interlocutando?

–Me interesan las experiencias de economía social y hablar con las asociaciones. Por ejemplo, es muy importante el rol de las trabajadoras a domicilio, la mayoría de ellas son latinoamericanas. Me pidieron una reunión. Pero sólo podían los sábados, así que fui yo a verlas. Se sorprendieron cuando me vieron ahí. Es una de las áreas donde el derecho más fracasa porque hay normativas pero no se cumplen, unido a que la reglamentación es pobre porque ellas no tienen, por ejemplo, derecho a un seguro del desempleo. Les propuse que hagamos un congreso internacional sobre la economía de los cuidados donde se visibilicen y convoquen.

Esperamos que las muchachas le sigan diciendo que el tiempo es Ahora Manuela.

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