Viernes, 30 de octubre de 2015 | Hoy
COSAS VEREDES
El caso de Sonita Alizadeh, la teen afgana que logró escapar del matrimonio forzado de manera peculiar: rapeando.
Por Guadalupe Treibel
“Grito para compensar una vida de silencio. Grito en nombre de las heridas profundas de mi cuerpo. Grito por este cuerpo cansado de estar en su jaula. Un cuerpo quebrado por el precio que le han puesto”, entona la afgana Sonita Alizadeh en su viralizada canción Brides for sale (en criollo, “Novias a la venta”), que ya lleva más de 250 mil visionados en YouTube. Los motivos del bramido, a la orden del día: la joven de 18 años evitó dos veces ser vendida en matrimonio por sus padres; curiosamente, en la segunda ocasión, lo logró rapeando… Con el citado tema, dicho sea de paso, que comienza sus versos al son de “Déjenme susurrar mis palabras, para que nadie oiga que estoy hablando de la venta de niñas. Mi voz no debería ser escuchada, va contra la ley sharia. Las mujeres debemos permanecer calladas. Es la tradición de esta ciudad”. Que luego se despacha con líneas del tipo “Me ven como una oveja, criada para ser devorada”. Que, por supuesto, la tiene de protagonista, vistiendo un traje blanco, los ojos morados, el labio partido, un código de barra en la frente…
“Mientras que la ley civil afgana dice que una chica no puede casarse hasta cumplir los 16 -o 15, con el consentimiento de su padre-, Naciones Unidas afirma que alrededor del 15 por ciento de las mujeres afganas contrae matrimonio antes de los 15 años. Afirma además que, del total de las nupcias, entre el 60 y 80 por ciento son forzadas”, esgrime el medio CNN. A cuya información podría sumársele cómo, acorde a la organización no gubernamental Plan Belgium, con sede en Bruselas, “Veintisiete niñas son forzadas a casarse por minuto en el mundo”. Hecho que, en números de ONU, se traduce a más de 60 millones de jóvenes menores de 18 convertidas en niñas-esposas. Una forma de violencia sexual que tiene mayor raigambre en el sur de Asia y la África subsahariana, a decir de los estudios. Y que, además de limitar (más bien, negar) la asistencia escolar de las muchachas, implica genuinos riesgos para su salud física (desgarros severos, fístulas ginecológicas traumáticas, etcétera) y psicológica.
Por fortuna, el caso de Alizadeh no engorda las estadísticas. No lo hizo a los 10, cuando -viviendo en Herat- su familia devota musulmana arregló su boda con un hombre mayor: “Yo no comprendía exactamente qué estaba ocurriendo; para mí, era jugar a disfrazarse”. No lo hizo porque la “transacción” se truncó: sus viejos decidieron, en cambio, mandarse a mudar a Irán para escapar del régimen talibán; viaje que no estuvo carente de sinsabores (un soldado –que, a su decir, todavía se le aparece en pesadillas- intentó raptar a Sonita y a su hermana). Una vez en Irán, la purreta no pudo estudiar; indocumentada, no tenía los papeles necesarios para inscribirse en el sistema educativo. En cambio, trabajó limpiando baños para una ONG de refugiados, aprendiendo en forma autodidacta a leer y escribir; escuchando en sus ratos libres al rapero iraní Yas y al norteamericano Eminem, sus nuevos favoritos, de quienes aprendió cadencia y estilo lírico. Y así nomás, armada de pluma y letra, comenzó a fantasear con propias composiciones…
Sin más, en 2014 se anotó en un concurso, presentó una flamante canción, que le valió el primer puesto y 1000 dólares (dinero que envió a su madre, que ya había regresado a Afganistán). Los verdes, sin embargo, no fueron suficientes; al poco tiempo, la madre la contactó solicitándole que regresara urgente a su país natal: su hermano necesitaba 7 mil dólares para la dote de su novia y, vendiendo a Sonita, calculaban que sacarían hasta 9 mil… “Hay un hombre y te está esperando”, dijo la madre a su hija.
¿La respuesta de Alizadeh? El rap Brides for Sale, track que aboga por finiquitar con una tradición enferma que ve a las niñas y adolescentes como commodities. Track que logró grabar con la asistencia de un manojo de productores, que cedieron voluntariosa y riesgosamente su estudio: en Irán es ilegal que una mujer cante sola sin un permiso especial del gobierno. Track que precedió a otros, donde la joven relata cómo sus amigas de 12 eran golpeadas por sus padres al resistirse al casorio, cómo les quitaban voz y voto al momento de decidir sus propios devenires, cómo desaparecían de la faz de la tierra para contraer nupcias, tener hijxs. “Niñas teniendo niños…”, se horroriza Sonita. Y escribe también sobre la guerra, los desafíos como refugiada, el trabajo infantil, las dificultades de ser mujer; canta: “En el nombre de esta pluma, que es mi arma, y mi voz, que es la voz de mi generación, dejen que esta historia les cuente la verdad acerca de las muchachas indefensas de mi país”.
Brides for sale no solo se volvió popular entre las damas afganas: también llamó la atención de la organización StrongHeart Group, un programa educativo que asiste a “jóvenes excepcionales en ambientes extremadamente desafiantes para que se eleven por encima de las circunstancias y sobresalgan en el mundo”. “Vimos su pasión y su empuje”, explica a CNN Zoe Adams, directora ejecutiva de la entidad, y agrega: “Sabíamos que podíamos ayudarla a lograr su sueño de educarse y desarrollarse como artista”. Del dicho al hecho: le ofrecieron una visa de estudiante para viajar a Estados Unidos y una beca completa para asistir a Wasatch Academy, una preparatoria en Utah, donde arribó a comienzos de año y donde ya ha grabado más y más canciones.
“En mi país, una chica buena debe darse al silencio, no hablar sobre su futuro, escuchar a su familia. Una chica buena es como un perro, con el que juegan. Pero yo soy cantante, y quiero un futuro brillante”, esgrime ahora la activista Sonita que da conferencias compartiendo su historia, y ya ofrece pequeños conciertos en Estados Unidos. Sonita, protagonista de Sonita, documental del realizador Rokhsareh Ghaem Maghani que se estrenará el mes próximo en el International Documentary Film Festival de Ámsterdam. Quien, además de volverse cara visible de una causa urgente, ha logrado recomponer su relación con su madre: “Sé que me ama, estoy segura. Ella misma fue una niña-esposa que conoció a su marido el día de su boda, con solo 13. Simplemente estaba repitiendo el ciclo. Las generaciones mayores nos enseñan viejas tradiciones; de nosotras depende modificarlas. Ahora mi familia me escucha, espera mis nuevas canciones. Si pude cambiar su opinión con mi música, acaso pueda cambiar muchas otras”.
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