Viernes, 30 de octubre de 2015 | Hoy
MONDO FISHION
Por Victoria Lescano
Luego de presentar una colección para la primavera 2016 de Christian Dior “listo para usar” cuyo eje central fue el rescate de la lencería victoriana –de shorts a medio camino de calzones o bloomers con recortes láser ondulados y cruza de corpiños con crop tops, asomando por debajo de túnicas o de abrigos– el diseñador belga Raf Simons aludió ante la cámara de Vogue que esa colección “refleja calma para diferenciarse de los excesos de estilo que abundan en la moda” y que su propósito es indagar en la identidad y diferenciarse de los estilos cambiantes. La escena y los enunciados transcurrieron los primeros días de octubre en el escenario de una puesta con flores silvestres azulinas que se replicaban en el simulacro de un montículo dispuesto en el ingreso al show y también en la pasarela. Pero tres semanas más tarde trascendió que Simons, nacido en Bélgica, clase 1968 y con formación en diseño industrial, había decidido abandonar la firmar Dior para dedicarse a su marca propia y al dolce far niente. El textual del comunicado señaló: “”Después de una reflexión larga y cuidadosa he decidido dejar mi puesto como director creativo. Se trata de una decisión basada enteramente y por igual en mi deseo de centrarme en otros intereses de mi vida, incluyendo mi propia marca y otras pasiones que me inspiran fuera del trabajo”.
La noticia causó tal conmoción como el día de julio de 2012 en que Simons debutó en Dior y en reemplazo de John Galliano (cuando fuera expulsado del equipo CD luego de su desafortunada proclama antisemita). En el debut de Raf -quien venía de trabajar en la firma Jil Sander- también hubo flores azules, alrededor de 4000.000 dispuestas a modo de enamoradas del muro y de la pasarela, las flores aunque artificiales asomarían de una falda new look matizada con una camiseta de tul y en guiño cómplice a la devoción de Dior por las estampas florales en la alta costura desde 1947. Simons logró algo poco frecuente, que sus colegas Azzedine Alaïa, Alber Elbaz, Marc Jacobs, Olivier Theyskens, Riccardo Tisci, Kriss Van Assche, Donatella Versace y Diane von Furstenberg asistieran a su desfile así como las críticas más influyentes, Susy Menkes desde Vogue y Cathy Horyn desde The Cut, quienes enfatizaron la fatiga que puede provocar el fashion system actual al exigir el desarrollo de seis colecciones anuales y celebraron la sensatez del diseñador en retirarse del vértigo de la industria del lujo. Tal vez ese modo se corresponda con el escaso divismo en el documental “Dior and I”, donde las costureras de la maison se llevan el protagonismo.
Un revisionismo reciente de sus colecciones para Dior no puede omitir la colección de alta costura con una pasarela violácea con simulacro de vitraux de iglesias y también de algún psicodélico, donde el énfasis sartorial radicó en las mangas de las túnicas y de los abrigos, tampoco los vestidos cortos y en curiosas composiciones cromáticas en ocasión de una “colección resort” presentada en el palacio de terracota que supo ser el hogar del diseñador Pierre Cardin, el creador de la estética Space Age. O bien la colección couture 2015 donde la irrupción de una capa de plástico transparente con estampas de flores pictóricas fue elogiada desde esta página. Porque Raf Simons para Dior develó la nueva avidez por experimentar con materiales plásticos y en resignificarlos. Los 55 conjuntos de ese desfile celebrado en una puesta con andamios abrigados con alfombras rosa Dior pareció replicar en clave elegante la construcción tan arcaica como onírica que desde la ficción reflejó el film “ Qui êtes vous, Polly Maggoo?” (William Klein, 1966) .
Simons es un exponente del estilo belga y a diferencia de lxs expertxs que componen el “Antwerp Six” se inició en el diseño industrial y de allí pasó a una firma propia de moda masculina. Sus recientes diseños parecen pregonar a gritos un nuevo rescate del estilo Space Age predicado por André Courréges, Pierre Cardin y Paco Rabanne. No fue arbitrario que denominase “Moonage Daydream” a la colección ni que sentenciara sobre sus premisas: “Siempre pensé en el futuro y tuve una mirada sobre el pasado despojada de romanticismo, pero con el tiempo empecé a pensar que el pasado también puede ser bello”.
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