Viernes, 4 de marzo de 2016 | Hoy
VISTO Y LEíDO
En su nuevo libro de poemas, Liliana García del Carril apela a materiales autobiográficos, conceptuales y estéticos para reflexionar sobre la escritura.
Por Daniel Gigena
“Hay que ser una misma/ hay que saber/ ser/ una/ misma// hay que saber qué es eso”, se lee en el noveno poema de La dura materia del pensamiento, el tercer libro de poesía de Liliana García del Carril (Buenos Aires, 1951). Por goteo, la escritura poética parodia procedimientos, deshace ilusiones de objetividad, fuerza los propios marcos de los poemas: “Voy a ser objetiva: estoy en la cocina/ (solo)// la canilla gotea/ llueve// tomo whisky sin agua/ tomo una ducha// me doy/ una ducha”. Como si la página fuera una superficie líquida, esas gotas verbales dibujan formas que a su vez dibujan figuras. La poesía es una cuestión de recipientes, de fluidez, de ebriedad. Los ambientes donde transcurren los “solos de poesía” del libro son, en apariencia, estrechos y domésticos: la cocina, el baño y el balcón de una casa, la propia interioridad de la voz solista, espejos de cristal o de agua que devuelven una imagen extranjera (“no puedo ser objetiva con el agua”). También pueden ser envases temporales, lapsos breves como el que demanda hervir un huevo, el tránsito oscuro de una vuelta por la casa o el de una hora a la madrugada. La poesía también es un atajo. En el desierto de la cocina, por ejemplo, “la ilusión es real:/ se tiene idea de la cantidad/ se toma conciencia/ de la duración”.
La materia del pensamiento –dura aunque se refiera a la lluvia, al agua de la canilla o a la de la ducha, a las lágrimas y a la saliva de un gato– parece oculta, más que en las cosas, en las palabras con que se designan las cosas: “… fragmentos/ que pudieran ser pistas/ para construir/ los días que vendrán”. Entre el pensamiento y la escritura hay tiempo; el transcurso del tiempo se representa en los poemas a la manera de una sombra, del resultado de una acción, del resultado de la falta de acción: “tenso el cuerpo es tiempo de la fruta/ que madura se deja caer como una idea”.
“El libro está dividido en dos partes, igual que mis libros anteriores –comenta Del Carril, que ha publicado los poemas de La mujer de al lado en 2004 y, en 2009, La paciencia. –‘Solo realmente’, la primera parte de La dura materia… es una serie de poemas en torno a una pregunta, o una obsesión, igual que en La mujer de al lado. Escribir de esa forma me resulta un modo de anclaje, y a la vez de cierta sensación de infinitud y curiosidad: ¿a ver hasta dónde se llega? Llegó hasta donde llegó y la dejé en barbecho, en ese momento no me pareció que fuera ya un libro y ahí quedó, varios años. La segunda parte, la que da título al libro, se fue armando sin ‘tema’, ocupada en cada poema, en su aquí y ahora.” Paradójica afirmación de la autora, cuya obra parece integrar una tradición local de poesía de pensamiento, como la que escribieron Alberto Girri o Susana Thénon, y a la que podrían sumarse otros nombres, como el de Dolores Etchecopar y María Mascheroni. “El pensamiento es una materia dura, que te puede arruinar la vida o iluminarla. Y de esa materia trata el libro, la del pensamiento, su dureza dolorosa, su aceptación” dice.
Si bien Del Carril advierte que la organización del libro no fue planeada de antemano, los poemas de la segunda parte se refieren, quizás con una mayor presencia autobiográfica o dramática, a los mismos temas de la primera parte desde otro ángulo. “Bajo otra luz”, dice ella. “Y me gustó descubrir que en eso me repetía o me copiaba a mí misma. Por el contrario, lo que sí me propongo cada vez es no repetirme en la forma, el ritmo.” El ritmo cambia. Mientras que en los poemas de la primera parte una lucidez “más real que la yomisma” opera por recorte, por poda -lo que deja los textos suspendidos de una interrogación o un anhelo-, en los de la segunda se despliega un repertorio expansivo de actos y de nombres: “cada tanto aparece algún gesto/ fuera de lugar, cabos sueltos/ como palabras que se deshilachan/ en el torbellino de poner algún orden/ apaciguar un dolor de este universo/ que parece no tener remedio”. En ambos registros Del Carril ensaya con concentración, en una poesía filtrada por la mesura, “una proeza la tarea de los sentidos”.
La dura materia del pensamiento
Liliana García del Carril
Zindo & Gafuri
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