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En un subsuelo de la galería Quinta Avenida, el templo vintage de la avenida Santa Fe 1270, célebre por personajes que atesoran abrigos de cuero y piel, zapatos, trajes y camisas de puro algodón, existe también un local austero llamado Militancia Homo. Dicen Soledad Magiotti y Florencia Leone, sus dueñas –una fotógrafa y la otra diseñadora autodidacta–, sobre el manifiesto de estilo y sexualidad implícito en la marca y consagrado exclusivamente a la ropa blanca, negra, gris y las líneas ascéticas: “El nombre salió de un juego de palabras, la militancia habla de cierta estructura uniformada en nuestra ropa, y lo homo del equilibrio de la estética. A quienes nos preguntan si el nuestro es un local de ropa para homosexuales les decimos que no, en verdad está destinado a todos los usuarios, nos interesan los que no se fijan en el nombre y entran simplemente porque los cautivan los diseños”.
Primera aclaración: ellas sí son lesbianas, tienen 21 y 24 años, y dicen también que el proyecto de diseño al que califican de independiente –en relación con los colores de rigor de la temporada, las siluetas y los presupuestos mega– evolucionó en forma directamente proporcional a la pareja. Cuando se conocieron en una fiesta, a comienzos del 2000, Florencia llevaba su cuaderno de notas con textos de Baudelaire y Nietzsche con los que cautivó a Soledad, varios bocetos de mujeres con uniformes de ocupaciones inciertas –todos influenciados por la estética de la Segunda Guerra– y la ambición de trasladarlos a una línea de ropa. Gracias a los ahorros aportados por jornadas de horas extra en una zapatería de Quilmes, reunieron la suma para comprar la primera partida de telas y alquilar un local a comienzos del 2003. En los percheros de Militancia –como se vislumbra en la producción fotográfica de la colección verano 2004 realizada en un campo deportivo de la zona sur– se imponen las faldas evasée en conjunto con chaquetas de construcción intrincada, las camisas blancas y negras de falsas militaria, y los tiradores, que son el accesorios de rigor –un recurso que recuerda a la diseñadora subversiva Elizabeth Hawes, la americana que en 1930 proponía liberar a las mujeres del uso de carteras y que llevaran, en cambio, pantalones cómodos con espacio para guardar el rouge.
“Preferimos los pantalones y camisas con muchas pinzas y recortes, las telas rígidas a la simpleza de líneas de remería y vestidos en algodón. Los uniformes que vemos en libros de la Segunda Guerra son una constante como inspiración. Se impone ropa concebida para no llevar muy pegada al cuerpo y recursos de faldas a la rodilla que además de estilizar son seductores sin mostrar demasiado. No hacemos escotes ni nada muy apretado. Mientras que el invierno giró alrededor de la mujer militar, para este verano las siluetas se volvieron más románticas sin perder elegancia. Me gusta que la ropa no vaya muy pegada al cuerpo y rescato la simbología de faldas de línea evasée y largo a la rodilla. En síntesis, todo lo que insinúa y transfiere personalidad sin los clichés de mostrar todo e ir apretadas, que caracterizan al estilo sexy argentino –dice Florencia, que también da cuenta de cómo fue construyendo su estilo personal–. Siempre preferí hacerme mi ropa con una máquina que había en casa y que solía usar mi mamá al comprar en las tiendas. Los primeros experimentos fueron prendas para muñecas y a los siete, después de hacerme varios vestidos cosidos a mano porque no me dejaban usar la máquina, le pedí a mamá que me enseñara a coser. Lo primero que hice fue una falda, y luego seguí perfeccionando ese modelo; a los 15 ya me hacía los pantalones y camperas, siempre en tonos oscuros.”
Soledad, pelo corto rubio, pantalones cargo y camisa de dénim de estilo militaria y varios tatuajes –planetas en los brazos y el nombre de su chica en el cuello–, advierte que pese a que la nueva colección de vestidos monacales está pronta a arribar, ella prefiere verlos en otras usuarias. “Tengo fotos de la infancia con vestidos muy producidos y donde siempre aparecía llorando, es obvio que es una prenda que me hace sentir muy poco cómoda. Con el tiempo descubrí lo mucho que me gusta lo estético y la preocupación por el vestir al margen de lo que se considera muy femenino.”
Además de la ecuación buena calidad y precios accesibles, otras señas particulares de Militancia son las puestas ocasionales (tendederos con broches negros o construcciones de gabardina blanca simulando paneles) y un logo que reproduce la silueta de un guerrillero. También, un pequeño triángulo rosa impreso en un paño negro que corona la entrada y funciona como una denuncia de los que durante el nazismo se solían imprimir en los campos de concentración entre los homosexuales. Los numeración de talles contempla cuerpos reales y además se rige por ser apta para cuerpos de mujer y hombre. “Tenemos tres talles y cortes ambiguos, importa que le pueden ir a una chica, pero también a un chico.” Sus referentes estéticos, además de los habitués de clubes nocturnos –Brandon fue el favorito para la presentación de su desfile de verano– incluyen también a divas del cine clásico. “Muchas veces al diseñar me remito a la ambigüedad de Marlene Dietrich y la forma en que llevaba los trajes en las películas.”
Sobre los actuales códigos de indumentaria en el circuito gay, dicen: “Ahora hay varias estéticas en simultáneo, antes se imponía que las mujeres lucieran masculinas, ahora esa masculinidad en la ropa es cada vez más sutil y se lleva de otra forma. En los hombres, pareciera que están cada vez más austeros y hacen menos superproducciones”.
La Militancia de moda Homo para el próximo invierno propone “vestidos con cuellos altos en microfibras, pantalones inspirados en los de montar y siempre colores oscuros, es más frío y elegante, y nos gusta verlo en la noche”.