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Viernes, 5 de marzo de 2004

VIDA DE PERRAS

Vecinos

Tiene razón una amiga: debería haber un Registro Unico de Vecinos para que una sepa –cabalmente– a dónde va a ir a parar. Antes de alquilar o comprar un departamento, dice mi amiga, una debería presentar todos los papeles que tiene que presentar, y la otra parte debería alcanzarnos las hojas del RUV que nos competan: que el vástago de la familia de arriba practica tap, que al lado juegan a los muebles chocadores, que la vecina del otro lado quiere convencer de las bondades del incienso a toda la cuadra, ese tipo de información cotidianamente necesaria. No es que algo así sirviera para ahorrar dolores de cabeza, pero por lo menos, qué quieren que les diga, yo no hubiera estado toda la semana intentando sacarme brea de los pies (el quitaesmalte tiene aplicaciones milagrosas), porque a la señora de arriba le da por llenarme el balcón con partículas de ascendencia dudosa sin avisar. (Claro que ganó puntos por su manera singular de disculparse: “y... yo te diría que por hoy no abras el balcón, y ni se te ocurra salir”.) Pero cuando esta vida agitada que llevo me deja pensar, me doy cuenta de que si existiera un RUV este mundo sería menos emocionante. Seré chusma, pero digan la verdad, ¿a cuántas horas de Sony equivale escuchar a esa pareja que pelea a los gritos (pelados, a veces, es un adjetivo pequeño) para después demostrar (también a los gritos) que la reconciliación es un arte casi científico? (“¿Sabés por qué pasó esto? Hoy, yo tengo Júpiter cruzado con Urano, y vos estás mal influenciada por Mercurio, ¿te das cuenta?” “Ay, bichi, tenés razón. Mejor cambiemos la cascada feng shui de lugar”. Sic.) Claro, al lado de la señora mayor del sexto piso que se desnuda en el ascensor cuando hace mucho calor, peor la pasó un amigo que terminó mudándose porque no soportó las insistentes acusaciones de gatocidio que le lanzaban sus vecinos. Sin embargo, puede resultar tan gratificante enterarse de las preferencias musicales de los demás los domingos a la mañana, darse cuenta de que es hora de comer porque nos llenaron la casa (literalmente) de humo, escuchar cómo los niños aprenden a reclamar por sus derechos... Sí, señor, tiene razón, lo bien que hice en mover el sillón de lugar y dejar de ver tanta tele a la noche... ¿pero cómo sabe ud. eso? Ah... No, no, está bien, cómo va a molestarme que haga ud. su reunión de poker en el pasillo de entrada... por supuesto que me encanta escuchar las prácticas de canto de su esposa, desafina con tanta personalidad... a mí también me gusta cómo queda la ropa colgada en el palier... Pero por favor, olvídelo, esa fuente romana en su balcón queda divinamente, ¿cómo alguien tuvo el tupé de exigirle que la sacara porque pesa una tonelada y se le puede caer en la cabeza a alguien? Faltaba más. Cómo se ve que hay gente que no vive ni deja vivir.

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