Viernes, 19 de agosto de 2016 | Hoy
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Por Paula Jiménez España
Manbij, donde se rendía culto a Atargatis, una poderosa deidad mitad pez, mitad humana, es una localidad de unos cien mil habitantes, ubicada en el norte de Siria y limítrofe con Turquía. Allí, en enero de 2014, se instaló el Daesh para convertirla en zona liberada del Estado Islámico y aprovechar su ubicación estratégica para llevar adelante muchos operativos terroristas, sobre todo los que apuntaban hacia Europa. Desde ese punto, según el KNK (Congreso nacional kurdo) las bandas planificaban y organizaban sus ataques y mantenían un control social extremo a través de las leyes fundamentalistas del sharia. Estas leyes, dirigidas a toda la población, especialmente han afectado la vida de las mujeres, cuya cotidianidad se vio sometida por un autoritarismo religioso feroz que incluyó decapitaciones, a ellas y a sus niñxs, y violaciones durante los dos años de la usurpación. Llevar el atuendo mal colocado, pasear sin “tutor” (un taxista que se animara a llevar a una mujer sola podía ser penado con tres años de prisión) o reírse ruidosamente, eran escusas perfectas para aplicarles latigazos o infringirles peores torturas. “Estoy deseando quitarme la niqab y la oscuridad que nos oculta. No puedo esperar a vestir de la forma en que lo hacíamos en el pasado para poder salir sin tener miedo y sin ver armas o extranjeros que intimidan”, relataba una ciudadana siria que no quiso identificarse, al portal Resumen de Medio Oriente hace unos meses. Ese momento tan ansiado por ella llegó. Una semana atrás, Manbij ha sido liberada de estos tormentos. Desde hace unos días, sus mujeres salen públicamente a celebrar la victoria sobre el ISIS quemando los velos negros que les cubrían los rostros. También lo hacen los hombres encendiendo sus cigarrillos prohibidos por el Islam, o rasurando a la vista de todxs sus largas y obligatorias barbas. Pero la liberación aun no es total: el eco del odio islámico mata todavía cuando lxs habitantes de Manbij pisan las calles de una ciudad sembrada por las minas que el ISIS dejó al irse.
La milicia de mujeres ahora pertenecientes al FDS (Federación Democrática Siria, conformada hace poco más de un año) jugó un rol importantísimo. Nursel Kilic, presidenta de la Fundación Internacional de Mujeres Libres y representante del Movimiento Europeo de Mujeres Kurdas, definió esta lucha como “contra el colonialismo étnico y sexista” y agregó que “no es solo una lucha de autodefensa, son mujeres que hacen una interrevolución feminista en el seno de la revolución kurda”. En las antípodas de la impotencia a la que el EI - y no solo el EI - pretende condenar a las mujeres, la comandante kurda Rojda Felat dijo: “Nuestra resistencia no es solo para el pueblo kurdo; es para todos nuestros pueblos, incluidos los árabes, armenios y asirios. Donde quiera que haya un ataque contra la humanidad las FDS estarán allí. Donde quiera que haya una mujer reprimida ese es nuestro campo de batalla”. Claro que estas declaraciones de Felat no fueron dirigidas solo a los enemigos externos sino también, obviamente, al patriarcado del propio pueblo y datan del mes de marzo, cuando Red latina sin fronteras la entrevistó respecto del operativo de liberación de la provincia de Raqqa. Erigida por Daesh como su propia capital dentro de Siria, Raqqa es otra de las ciudades que celebra la reciente huida del ISIS, porque Manbij sin terroristas, a partir de ahora funciona como defensa y como bloqueo a posibles ataques que esta provincia pueda recibir. Esta desarticulación en la circulación terrorista constituye un golpe fundamental y resquebrajador para fuerzas yihadistas.
Rojaba, nombre que recibe el Kurdistán Sirio, parece estar convirtiéndose en un territorio que aspira a su vez a volverse un horizonte gracias al aguerrido feminismo que ha tomado las armas: “ISIS y todos los que apoyan han perdido su importancia de cara a la lucha de las fuerzas de autodefensa. Las personas se están uniendo a las fuerzas de autodefensa y a las YPJ (unidades de defensa de la mujer) - declaró Rojda Felat-. No solo a las mujeres de Shengal, donde se las reprime, sino donde un hombre esté amenazando a una mujer. Nuestras fuerzas tendrán que luchar contra esto. La lucha por la liberación de nuestro pueblo se convertirá en un faro para todos los pueblos que resisten. Cuando nos fijamos en el Kurdistán Sirio, las mujeres somos la vanguardia de su revolución”.
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