MúSICA
Piedra preciosa
Sí, Joss Stone llegó a grabar su primer disco después de un concurso de talentos, aún no ha compuesto ningún tema propio y tal vez su repertorio deba anotarse a favor de cierta corriente conservadora. Pero tiene 16, una voz que hipnotiza, unas cuantas canciones que emocionan y el futuro por delante.
Por Mariana Enriquez
Lo más impresionante de la aparición en la escena musical de Joss Stone no es que tenga 16 años, sea una blanca, bella e inglesa y cante soul con la madurez y pasión de una mujer negra de cincuenta años. Lo de verdad impactante es que su disco, The Soul Sessions, dejó a todo el mundo estupefacto. Críticos y puristas tuvieron que rendirse ante su encanto y deslumbrante voz. Aunque no callaron las objeciones más obvias, que salió de un concurso de talentos de la BBC (“Junior Star for a Night”), la contrató S Curve Records (el sello que lanzó a Hanson, entre otros grupos pop), sólo grabó covers y es la respuesta inglesa a Norah Jones en un retorno del vintage conservador, todos se rindieron ante la contundencia del debut, un disco de verdad precioso, por momentos emocionante.
Nada, ninguna crítica razonable y ningún prejuicio anticuado pudieron ante la contundencia de The Soul Sessions. “¿Por qué no podés conformarte con el amor que te doy?/ Te di mi corazón pero quisiste mi mente/ Tu amor me asusta muchísimo/ Es asfixiante/ Podés matar a una chica con una botella de veneno o un cuchillo, sé que lo harías/ Pero la lastimarías mucho más si le quitaras el orgullo y la vida/ Si no te gusta la fruta, pasá de largo del árbol/ Encontrá lo que querés nene, conservalo, tratalo con dulzura/ Dejalo respirar, no lo asfixies”, canta la niña en The Chokin’ Kind, de Harlan Howard, la primera canción, que vale por el disco entero; empieza con un susurro y cuando termina, en un torbellino de sensualidad y pasmosa seguridad, hay que ser muy antipático para no caer rendido a sus pies.
¿Cómo hace una adolescente inglesa de Dover para conjurar matices y emociones que claramente todavía no tuvo tiempo de vivir? Joss tiene una respuesta: “Tengo dieciséis años, pero no viví en una caja sin ventanas durante todo este tiempo. La gente me pregunta cómo puedo saber acerca de lo que estoy cantando. Pero lo sé, a mi manera. No lo cantaría si esas emociones me resultaran completamente ajenas”. Su banda le creyó: en una suerte de Buena Vista Social Club del soul, Joss grabó con leyendas del soul de Miami como Latimore, Little Beaver, Timmy Thomas (colaboradores de Marvin Gaye) y en especial Betty Wright. La Wright es una oscura leyenda del soul que, al principio, tuvo sus reparos antes de aceptar colaborar en el disco de una niña blanca aspirante a estrella pop. Desde hace un tiempo flota en el aire cierto hartazgo por la cooptación de géneros originalmente negros y la oscuridad en que están sumidas las intérpretes de color. Pero Betty, finalmente, cayó bajo el embrujo de Joss: “Nunca me preocupó el color de la persona que canta, pero es natural que dudara antes de grabar con esta chica. Bastó que tomara el micrófono para que cambiara de opinión. Su voz es increíble. Me recuerda a Gladys Knight”. En dos meses, con la ayuda de Betty, Joss tuvo listo el disco. The Soul Sessions no es, como muchos críticos demasiado entusiasmados apuntan, una suerte de regreso de Janis Joplin. Joss Stone tiene algo de mejor alumna demasiado bien educada, y la historia sobre cómo llegó a grabar con estos músicos es por demás sospechosa: dice la leyenda que la niña estaba a punto de meterse al estudio para producir un disco de pop con influencias negras –como casi todas las otras estrellas de su edad–, pero entoncesdescubrió ciertos discos de soul de Miami y voilà. Como sea: la bravura con la que encara temas tan difíciles y reverenciados como All the Kings Horses de ¡Aretha Franklin! o I’ve Fallen in Love With You de la no menos legendaria Carla Thomas hablan de un saludable descaro; las versiones de Joss, respetuosas pero libres, hacen pensar inmediatamente en la ciudad de Detroit durante la primera mitad de los ‘60, pero están mediadas por –se le adivina– la voracidad de una chica que, en un pueblo pequeño, escucha sin parar los discos de sus... abuelos, a esta altura. Ella misma dice que sus padres prefieren música menos “vieja”, y son fanáticos de The Jam. Claro, Joss nació en 1987, sus padres fueron jóvenes durante el punk rock inglés. Por supuesto, el disco cuenta con un guiño a las nuevas generaciones: la estupenda versión funk de Fell in love with a girl (reformulada como “... with a boy”) de White Stripes; pero aun así se conserva el espíritu retro blusero, que la niña comparte con Jack White, el guitarrista y cantante de los Stripes. Pero lo mejor son esas canciones revitalizadas, que Joss arremete con una precocidad que asusta.
En Dirty man de Bobby Miller o For the love of you de los Isley Brothers (donde canta “Me gusta como me tocás”) se mete en la piel de mujeres bravas, dispuestas a conservar a sus hombres, pero no a cualquier precio; en Super Duper Love (“are you diggin’ on me”) invita a bailar y ofrece esa rara mezcla de celebración y ansiedad típica del soul. Todavía le falta para estar bien cerca de Dusty Springfield, la Joplin o Gladys Knight, es cierto. Ella misma cree que es casi sacrílego versionar a Aretha Franklin, y asegura que no se escucha “negra”. Se debe morir de miedo cuando en los diarios la llaman “la Aretha blanca”. Pero tiene tiempo de asustarse, retirarse y volver a escena, todavía jovencísima. A los 16 años y con esa voz, lo único que tiene es futuro.