VIOLENCIA
Mar del terror
María Leticia Filosi vivía en Mar del Plata, tenía 17 y un trabajo nuevo al que nunca llegó a asistir, el mismo día de la entrevista fue violada y asesinada. Su cuerpo apareció en Camet, igual que el de otras tres mujeres. Y ya se habla de un asesino serial, a pesar de que todavía sobrevuela sobre la ciudad la sombra del Loco de la Ruta, una máscara que encubrió durante cinco años una red de policías y civiles que mató y desapareció a casi cincuenta mujeres en la última mitad de los 90.
Por Roxana Sanda
Y en los orígenes fue un médico policial del Servicio Especial de Investigaciones Técnicas (SEIT) de Mar del Plata, quien exhibió su rostro por televisión y mirando a cámara dijo: “Lo desafío a usted a que dé la cara. Lo desafío a que asuma su homosexualidad y no joda más a nadie”. El médico Jorge Tonelli se estaba dirigiendo al Loco de la Ruta, un supuesto asesino serial que a mediados de los noventa comenzó a masacrar trabajadoras sexuales en Mar del Plata hasta inicios del nuevo milenio, cuando la Justicia cayó sobre su rostro y descubrió que El Destripador criollo era en verdad la máscara bizarra de una red de policías y civiles vinculados con el negocio del narcotráfico y la prostitución.
Por estos días los medios y algunos “hombres de la fuerza” decidieron subir peligrosamente la misma cuesta, tras la aparición del cadáver de la adolescente María Leticia Filosi en un descampado camino a Santa Clara del Mar; el cuarto asesinato cometido quién sabe dónde y plantado en esa misma zona cercana a Camet, aunque distanciado unos tres años de los casos de Marlene Denise Michensi, Débora San Martín, Mariana Vázquez y Ana Claudia Renovell, registrados entre septiembre de 2000 y enero de 2001. Ya empezaron a hablar de un posible asesino serial. Ya tomaron el cuerpo de Filosi para exhibirlo en la saga de “los crímenes de Camet”. Y ya se huele la mentira.
“Si estuviéramos frente a un asesino serial, pues entonces deberíamos entender que se trata de uno un tanto anárquico”, ironizó el fiscal que investiga el caso, Alfredo Deleonardis. “Es cierto que existen algunas similitudes entre los asesinatos de mujeres jóvenes cuyos cadáveres aparecieron cerca de Camet –reconoció– tales como el ataque sexual que sufrieron casi todas o la introducción de objetos en sus bocas, pero no es menos cierto que la utilización de prendas personales de la víctima para acallarla o asfixiarla es un rasgo habitual en la perversidad del violador, que no necesariamente conduce a un asesino múltiple o serial.” A Filosi, de 17 años, le tomaron muestras de fluidos vaginales para determinar la presencia del semen de su agresor y someterlo a análisis de ADN que permitiría establecer el perfil genético. “Una vez que logremos precisar la identidad genética del hombre que la atacó, vamos a compararlo con otro resultado de ADN que años atrás se obtuvo del semen hallado en la bufanda con la que estrangularon a Marlene Michensi. Si ambos estudios coinciden, tendremos que buscarle un nombre propio a ese perfil”, explicó el fiscal.
Los casos de Marlene Michensi, de 16 años, cuyo cadáver fue hallado el 12 de septiembre de 2000 a un costado de la ruta interbalnearia 11; de Débora San Martín, también de 16 años y que apareció muerta tres días después al sur de Parque Camet; de Mariana Vázquez, una estudiante de derecho de 23 años asesinada el 22 de noviembre en su casa de Alto Camet, y de LilianaHatrich, de 25 años, estrangulada en octubre de ese año en la cama de su departamento ubicado cerca de los tribunales marplatenses, son investigados por la fiscalía de Marcos Pagella, quien al cabo de unos tres años y medio de investigación cree estar “más cerca de vislumbrar alguna luz” sobre el crimen de Michensi. En pocos días más el fiscal ordenará la extracción de sangre para obtener la ficha de ADN del único hombre sospechado desde hace tiempo, “al que se le advierte cierto grado de complicidad”, cercano a la familia Michensi y que residiría en Buenos Aires. “Ya tenemos el permiso del juez de Garantías y, si es necesario, la extracción será compulsiva”, advirtió. Acerca de los otros crímenes, el entusiasmo se le esfuma. “Todo el tiempo estamos siguiendo diferentes líneas, releyendo declaraciones, tejiendo nuevas hipótesis, pero en algunos de estos casos nunca hubo testigos directos, ni se pudo establecer el vehículo en que se trasladaron los cadáveres. Nunca hubo ni una persona que nos aportara algún dato preciso, por eso fuimos diseñando la investigación en torno de los vínculos de las chicas y hacia atrás en el tiempo.” ¿Quién podría aventurar, entonces, que durante los próximos meses se despeje alguna sombra acerca del o los autores materiales del crimen de María Leticia Filosi, que desapareció un lunes a la mañana, en pleno centro marplatense, y que apareció muerta a la noche, en un descampado sin iluminación y sin testigos probables, salvo un changarín que descubrió el cadáver cuando decidió tomar el atajo de un camino vecinal?
El lunes 11, María Leticia Filosi se levantó más temprano que de costumbre, tardó unos minutos hasta definir la ropa adecuada para la ocasión, optó por un desayuno a la ligera, saludó a su padre y a las 8 salió de la casa ubicada en Moisés Lebensohn 5329, del barrio General San Martín, porque a las 9 tenía una entrevista laboral en un bar del centro.
En la reconstrucción de las últimas horas de la adolescente, los investigadores establecieron que entre las 9 y las 10.30 se reunió con su empleador “en un bar de la peatonal San Martín, donde acordó que al día siguiente comenzaría a trabajar a prueba”. Cerca de las 10.30 abandonó el lugar, “dio una vuelta y luego entró a un comercio en Santiago del Estero y Rivadavia, donde compró algunos elementos para fabricar velas”. Desde ese momento, su rastro se borró en medio de la ciudad, sin testigos, sin indicios, sin cabos sueltos. Una zona ciega que horas después vomitó lo peor a kilómetros de distancia: el cadáver de María Leticia envuelto en bolsas de consorcio que le tapaban parte de las piernas casi con apuro o con desprecio, pies y manos atados con fuerza, marcas de golpes en la piel helada, una bolsa de nylon cubriéndole la cabeza y su bombacha en la boca, metida hasta la garganta.
Allegados a la investigación esbozaron una primera aproximación al caso, que intenta despegarse del estigma del asesino serial. “Según testimonios de sus familiares, María Leticia era una chica segura, de personalidad fuerte, por lo cual quien la haya abordado ese lunes debía ser alguien que le resultaba conocido o a quien por lo menos estaba obligada a tratar con amabilidad.” A Filosi le cortaron el aire por asfixia, y de la misma manera se le fue la vida a Michensi, estrangulada con su bufanda y con la boca obturada por un extremo de esa prenda; a Débora San Martín, que dejó de respirar por estrangulamiento; a Ana Claudia Renovell, a quien el 24 de enero de 2001 también estrangularon y le introdujeron un monedero en la boca; a Mariana Vázquez, asesinada por asfixia en su casa de Alto Camet, y a Laura Hatrich, estrangulada y con el asomo de una de sus medias entre los labios.
En algunos sectores del Poder Judicial local sostienen que delitos hubo siempre, “cada vez más”, y que la cantidad de crímenes de mujeres y hombres en Mar del Plata ocurren por igual. “Y especialmente de travestis”, enfatizó un fiscal que se desempeña en esa ciudad. “Lo que pasa es que no tienen tanta difusión.” En cambio, algunos letrados como eljuez de Cámara Fernando Marotto entienden que la mirada debería volcarse de modo ineludible sobre la policía bonaerense: “Voy a solicitarle al ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, León Arslanian, que remueva a autoridades policiales de la costa atlántica, a partir de una serie de denuncias sobre actividades oscuras, especialmente en Santa Clara del Mar”, adelantó. Trata de blancas, droga, tráfico de menores, prostitución en estado de esclavitud, según Marotto, integran un “corredor libre que sólo maneja la policía de la costa. Todo Mar del Plata, y desde Bahía Blanca hasta la bahía de Samborombón es un territorio que domina la policía. Partiendo de esto, no me sorprende la muerte de María Leticia Filosi ni que hasta el momento haya ninguna respuesta policial sobre los otros casos”. Que la zona se agrava con el correr del tiempo, a nadie le quedan dudas: una desocupación que araña el 21 por ciento y una ciudad virtualmente “estancada” durante el invierno, se convierten en un caldo social demasiado espeso, que por lo general salpica a la población empobrecida, a mujeres jóvenes, menores de edad, trabajadoras sexuales y travestis.
“En Mar del Plata nadie está exento de que le suceda algo; la fragilidad se siente al llegar y desgraciadamente también se percibe en la complacencia del poder político junto con la corrupción policial”, se lamentó la secretaria general de la Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas (AMMAR), Elena Reynaga. No es casual, si se quiere, que la AMMAR no haya logrado aún hacer pie en el balneario: el medio centenar de trabajadoras sexuales asesinadas o desaparecidas y sus crímenes sin resolver hasta la fecha, disuaden de cualquier intento de sindicalizarse.
“Existe una connivencia entre los tres poderes, una especie de pared tras la cual se esconden saunas, prostitución infantil, todo tipo de negocios ilegales, y alguien es el dueño de esos negocios. Hay gente que sabe mucho pero tiene miedo, y el encubrimiento no permite que salga la verdad.”
En noviembre desapareció otra trabajadora sexual, cuyo caso aún no trascendió, y esta semana asesinaron a puñaladas a una travesti, mientras “caminaba” su circuito habitual, en el barrio El Gaucho. Julio Avila Albarracín, según su documento, de 32 años, murió intentando defenderse de las cuchilladas que le atravesaron el pecho.
Otro fiscal marplatense, que prefirió mantener su anonimato, admitió que en esa ciudad “existen varios hechos que no son esclarecidos y uno no se explica por qué”, pero vinculó ese común denominador con una “desprolija actuación policial” y “cierta falta de operatividad”. “Se sabe que la policía de Mar del Plata no quedó bien parada frente a la comunidad a partir de hechos delictivos muy graves en los que estuvo vinculada; además hay una estructura muy complaciente con determinadas formas del delito. Si a esto se suman varios crímenes en los que permanece impune el autor, la conclusión es preocupante.” A la hora de encontrarle un porqué a tantas muertes, Deleonardis hizo hincapié “en un factor recurrente en todo el país: las chicas jóvenes sometidas a situación de riesgo permanente. Mar del Plata dejó de ser el pueblo donde todos se conocían, hoy no se puede ir por la calle en determinados momentos del día, contactarse con gente desconocida o asistir a algunos sitios nocturnos”.
La antropóloga mexicana Marcela Lagarde definió el fenómeno de este tipo de muertes como la política del exterminio de las mujeres. Crímenes realizados con ensañamiento e impunidad sobre cuerpos arrojados a la calle que antes fueron sometidos a diferentes atrocidades sin que mediara una respuesta de las autoridades policiales y políticas. Y el mapa se va delineando con María Soledad Morales en Catamarca, el triple crimen de Cipolletti, los asesinatos de Leyla Nazar y Patricia Villalba en Santiago del Estero, las violaciones de este verano en Mar del Plata y las muertes de Natalia di Gallo en el conurbano y de Natalia Mellman en Miramar. Gustavo Mellman, padre de Natalia, dijo en cierta ocasión que “no hay un loco de la ruta, no hay un estrangulador de Camet, sino que hay una estructura que puede hacer eso. En estos casos también está la policía y el aparato judicial con el respaldo de los políticos para no esclarecer estos crímenes, para no investigar”.
Y el “killer”, por ahora, tiene un solo nombre: impunidad.