CIENCIA
más allá de la cosmética
Los químicos y biólogos que trabajan en investigación avanzada en los 21 laboratorios que el Grupo L’Oreal tiene en el mundo, a veces encuentran en su camino hallazgos que derivan en campos que van mucho más allá de la cosmética. Eso pasó con los cultivos in vitro de piel, por ejemplo, que están siendo usados en hospitales públicos para tratar quemaduras o enfermedades como la de “los niños de la Luna”. Patricia Pineau, Directora de Comunicación Científica, detalla cómo y por qué se estudian los mecanismos celulares.
POR SANDRA RUSSO, DESDE PARIS
Francesa, rubia, menuda, dueña
de un castellano en el que se mezclan imperceptiblemente acentos españoles
y chilenos –una lengua que adoptó en su infancia, transcurrida en
Santiago, la capital latinoamericana en la que su padre, instructor de Boeings,
llevó a vivir a su familia (“Viví en todos los lugares del
mundo en los que era difícil aterrizar”, dice ella), Patricia Pineau
desmenuza, en esta conversación, los pormenores de la Recherche Cientifique
de L’Oreal, la investigación científica de avanzada que llevan
a cabo decenas de químicos y biólogos en el Centro Charles Zivak
de Clichy, en las afueras de París, uno de los veintiún centros
que el Grupo mantiene abiertos en todo el mundo. Desde su cargo de Directora de
Comunicación Científica, Pineau conoce al dedillo los avances que
desbordan con creces la industria cosmética, aunque tiene una alta opinión
de los descubrimientos que han “mejorado la calidad de vida de millones de
hombres y mujeres en todo el planeta. Nos guste o no, si estamos conformes con
la imagen que damos a los otros, eso contribuye a nuestro bienestar. Para un científico
es muy gratificante colaborar con ese bienestar”. Cada año, un promedio
de 4000 fórmulas nuevas engrosan el volumen de patentes que después
las diferentes marcas del Grupo (Helena Rubinstein, Lancôme, Biotherm, Vichy,
La Roche-Posay, entre otras) convierten en productos. Pero en estos laboratorios
pulcros, blancos, grises y rojos, salpicados de aparatos de última generación
y de jóvenes que van y vienen vestidos de riguroso blanco, lo que se investiga
no tiene aplicación inmediata: los biólogos intentan comprender
los mecanismos del pelo y de la piel, pero como relatará Pineau muchas
veces en esa búsqueda se han topado con hallazgos que derivaron en mejores
tratamientos para personas quemadas, para niños con extrañas enfermedades
dermatológicas y hasta para astronautas.
–¿Cuáles son los ejes de las investigaciones en este momento?
–Son dos, principalmente. Por un lado, cómo evitar el envejecimiento
de la piel, y por otro cómo evitar la caída del pelo. Con respecto
al envejecimiento, seguimos estudiando exhaustivamente cada uno de los desórdenes
celulares que supone el envejecimiento. Las arrugas reflejan la pérdida
de elasticidad y de densidad de la piel. Las manchas expresan otro tipo de desorden,
cambios en la pigmentación. No en todo el mundo la respuesta científica
puede ser la misma, ya que hay lugares en los que la gente tiene la piel muy grasa,
y hasta más allá de los treinta años debe combatir el acné,
que tiene que ver con desarreglos hormonales. ¿Cómo estudiamos esto?
Tratamos de ver, desde el punto de vista biológico, qué ocurre cuando
existe un desorden de este tipo.
–¿Se ha avanzado mucho en la investigación desde que se
ha logrado trabajar con cultivos de piel?
–Muchísimo. Hemos logrado cultivos in vitro, muchos tipos diferentes
de pieles. Pieles de diversos colores, con dermis y epidermis, entonces para estudiar
el envejecimiento hay dos métodos. Uno, que consiste en exponer esas pieles
cultivadas a los efectos del sol, de modo de poder estudiar el fotoenvejecimiento.
Los biólogos hacen esos experimentos no sólo cuando hay sol: en
días muy nublados, como hoy, también es posible advertir el efecto
dañino de los rayos solares. Nos encontramos hace un tiempo con un problema:
cómo tener en cuenta el factor edad en esos cultivos. Y este año
publicamos por primera vez un trabajo en el que nuestros científicos dan
cuenta de un enorme progreso: hemos reproducido las moléculas que provocan
el envejecimiento de la piel, de modo que actualmente somos capaces de cultivar
pieles envejecidas, cultivos que nos permiten ver cómo reaccionan las pieles
de cada edad.
–¿Usted qué lectura hace de estos avances en antienvejecimiento?
¿Diría que la ciencia está creando la demanda de la eterna
juventud, o que es la gente la que le reclama a la ciencia productos para verse
joven?
–Yo creo en una y en otra cosa. Pero fundamentalmente creo que la longevidad
es un fenómeno que apareció recientemente, y que la mayor expectativa
de vida hace que la gente deba enfrentar su propia vejez de un modo que hace algunas
décadas no existía. Las personas soportan muy mal su decadencia
física. Están cada vez más y más preocupados por su
apariencia, por la imagen que darán a los otros. Y esa demanda no proviene
solamente de personas de cierta edad. Cada vez más, los jóvenes
se anticipan con rechazo a su propia imagen de viejos, quieren prevenir el envejecimiento,
aunque después de vayan a exponerse tres horas bajo el sol, pese a todo
lo que se ha dicho y se dice sobre los efectos del sol... Pero bueno, esos comportamientos
sólo podrán ser cambiados a largo plazo y a través de la
educación.
–¿No es antinatural no aceptar la vejez?
–Podría pensarse que sí, que es antinatural, ya que la
vejez es un ciclo de la naturaleza. Pero sin embargo, muy pocas culturas en el
mundo y en el tiempo han aceptado la vejez como signo de madurez. Así que
hay que tener en cuenta que esa tendencia a verse joven es también universal,
y muy antigua.
–¿Para un científico es prestigioso dedicarse a investigaciones
que tarde o temprano derivarán es productos cosméticos?
–Pero claro. Porque esos productos impactan sobre la humanidad entera,
cambian hábitos, modifican costumbres... Nosotros conocemos investigaciones
antienvejecimiento que datan del Egipto Antiguo. Hace cuatro mil años ya
que los hombres y las mujeres querían ofrecer a los demás una imagen
de sí mismos que les gustara. Eso provoca bienestar, ¿y qué
mejor que contribuir a ese bienestar? Y además, como reto científico,
hay que tener en cuenta que nuestros biólogos no investigan sobre patologías,
sino que estudian ciclos naturales... Tener resultados en el campo de los ciclos
naturales, descubrir mecanismos normales que hasta ahora se desconocían,
bueno, es altamente gratificante. Pero muchas de nuestras investigaciones sirven
para que las aprovechen científicos que sí tratan con ciertas patologías.
–¿Cuáles, por ejemplo?
–Fue muy importante el trabajo de cultivos de piel, y haber descubierto
en esos cultivos el trabajo de cierto tipo de células, las células
langerhans, que pertenecen al sistema inmunológico. Son como pequeños
centinelas que viven en la epidermis. Cuando llega un cuerpo extraño que
no conocen, alguna toxina, por ejemplo, estas células se activan –tienen
bracitos, como tenazas–, toman al cuerpo extraño y se lo entregan
a los linfocitos B para que lo eliminen. Pero además producen un mecanismo
de sensibilización: la próxima vez que ese cuerpo extraño
vuelva a esa zona, las células provocarán una reacción generalizada,
lo que se llama reacción alérgica. Haber descubierto el funcionamiento
de las células langerhans fue fantástico para estudiar las alergias
de contacto.
–¿Hacen estudios de campo, además de los cultivos?
–Sí, sobre todo en la investigación sobre el pelo. Tenemos
en marcha un estudio sobre diez mil personas que durará ocho años.
Todos los meses vigilamos su caída de cabello, sabemos sus parámetros
genéticos, sabemos qué comen, qué beben, si toman alcohol,
si fuman... Cada mes les tomamos una fotografía: hemos creado un aparato
fotográfico, llamado Dermascop, que permite obtener macrofotografías
del cuero cabelludo. Ese aparato de diagnóstico les permite a los médicos,
actualmente, prevenir con quince años de anticipación la caída
del cabello.
–¿Han trabajado en conjunto con científicos que provienen
de otras áreas?
–En varios casos. En uno de los más importantes, vinieron a vernos
oncólogos que tratan a niños con una enfermedad muy rara, la xeroderma
pigmentosa. El niño de la película española “Los otros”
padecía esa enfermedad. Se los llama “los niños de la Luna”
o “los niños de la Noche”. No pueden ser expuestos a la luz del
día: la luz les provoca cánceres de piel. Vinieron los oncólogos,
enterados de nuestros avances en pieles in vitro, a decirnos: “A ver si son
capaces de cultivar piel con xeroderma pigmentosa”. Ellos tenían que
investigar la enfermedad, y no querían hacer pasar a sus pacientes por
biopsias dolorosas. Y fue así que desarrollamos en este centro, en julio
del 2001, el primer cultivo de piel con esa enfermedad. Ellos ahora están
tratando de desarrollar una terapia génica sobre esos cultivos. Al mismo
tiempo, hemos seguido trabajando en protectores solares para ese tipo de enfermos,
y junto a científicos de la NASA desarrollamos un tejido textil para que
esos pacientes puedan salir a la calle y hacer una vida más o menos normal.
–¿Por qué la NASA?
–Porque los astronautas están expuestos a fenómenos similares
a los de esta enfermedad.
–¿No ha habido contacto con oncólogos para desarrollar productos
que frenen la caída del pelo en pacientes que afrontan quimioterapias?
–No, es casi imposible frenar esa caída, pero sí sabemos
cómo hacer que el pelo vuelva a crecer muy rápidamente, de modo
que eso deje de ser un problema.
–Los cultivos de piel, por lo visto, han sido uno de sus éxitos
más extraordinarios.
–Enorme. Algo que todavía no te comenté y que es muy importante
es que en estos cultivos también puedes obtener la pigmentación
que desees. En un Congreso en Estados Unidos, en el que presentamos un trabajo
al respecto, vinieron a vernos científicos del Ministerio de Salud, porque
estaban interesados en acercarle este avance a sus bomberos: tienen muchos bomberos
de color, hombres negros expuestos a quemaduras, y el problema de las quemaduras
es que cuando la piel vuelve a crecer, crece sin pigmento, de modo que esos hombres
quedaban manchados de por vida. Nosotros sabíamos cómo hacer cultivos
de piel de color, del color que se deseara, para que luego los cirujanos hicieran
el injerto adecuado. Cedimos esa patente para que ellos la usaran libremente.
–¿Y en materia cosmética? ¿Qué revoluciones
se avecinan?
–Con respecto al pelo, en poco tiempo se podrá mantener toda
la vida el color de pelo natural. Estamos acostumbradas a cubrir las canas con
tintura, pero muchas mujeres no las toleran, o aunque sí lo hagan para
un segmento del mercado nada será mejor que conservar toda la vida el mismo
color de pelo que se tenía a los 18 años. En cuanto a las arrugas,
se ha avanzado muchísimo, aunque estemos lejos de la magia. Una arruga
es como un valle: es una zona de la piel deprimida. Debajo de una arruga están
las células de la epidermis, y bien: si introducís en la base de
la epidermis una molécula que provoque la proliferación de nuevas
células, tendrás un pelotón de células haciendo fuerza
para arriba en ese valle, es decir, suavizando la arruga. ¿Cómo
lograrlo? Con una nanocápsula de retinol, por ejemplo. Digo una nanocápsula
y no solamente retinol, porque la cápsula llevará el retinol hasta
la capa basal de la piel y ahí, in situ, lo liberará, generando
el mecanismo. Descubrir una molécula es importante, pero no menos importante
es descubrir de qué manera, en qué transporte, combinada con qué
vitamina o con qué enzima esa molécula será ciento por ciento
eficaz.
–¿Usted qué crema usa?
–Uso muy pocas cremas y no me pinto. Y en cuanto a cremas, en lo que
me fijo es en la textura.