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Viernes, 13 de agosto de 2004

HOMENAJE

Lo mejor posible

Esta semana comenzaron en Atenas los Juegos Olímpicos. De una delegación de 154 personas, 43 son mujeres deportistas –incluyendo el equipo de Las Leonas– que han llegado a la competencia con poco apoyo y la única ilusión de superar las propias marcas. Entre ellas elegimos a Romina Maggi, rosarina, lanzadora de jabalina, para homenajear a todas las que en estos días dejarán su sangre en la arena olímpica.

Por Gabriela Lotersztain

El lanzamiento de jabalina (una lanza de unos 2,15 metros de largo) es un deporte muy antiguo: ya los griegos se entretenían practicándolo. Pero no es para cualquiera: exige fuerza, velocidad y coordinación. Romina Maggi, una rosarina de 28 años, es record nacional en este deporte: llegó a los 56,18 metros. Ahora mismo está en Atenas, esperando su turno para competir en los Juegos Olímpicos. Su meta es lanzar la jabalina a una distancia de 60 metros, lo que ella define como “una marca respetable a nivel mundial”.
Romina empezó jugando al vóleibol en el Club Atlético Newell’s Old Boys, de Rosario. Uno de los entrenadores la vio y le propuso lanzar la jabalina. Entrenó durante tres años y consiguió una medalla en un Torneo Sudamericano. Pero seguía prefiriendo el vóleibol. Hasta que quedó a centímetros del record nacional juvenil en lanzamiento de jabalina, entonces decidió mudarse a Buenos Aires. Se fue a vivir al Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Cenard), de la Secretaría de Deportes. Ahí vivió diez años (desde los dieciocho) y conoció a su novio, que practica el lanzamiento de disco.
¿Para una deportista no hay nada mejor que otro deportista? Tiene sus ventajas, dice Romina: “No existen los conflictos cuando no podés salir un fin de semana porque al otro día tenés un torneo o un entrenamiento exigente”. ¿El deporte es lo primero? La respuesta es contradictoria: “Sí, porque estoy dedicada de lleno a eso. Incluso hay veces que tengo que dejar de lado los afectos por el deporte. En realidad no hay nada más importante que los afectos, pero hoy el deporte está a la cabeza de la lista”.
–En este deporte todo depende de vos. Si ganás es porque hiciste todo lo necesario para ganar... y si perdés sabés cuál es el motivo: en algo fallaste. Todo el tiempo tratás de superarte a vos misma. Y en esos momentos en que sentís que no podés más, tenés que usar todos tus recursos para lograrlo.
Siempre se dice que la máxima gloria para los deportistas es triunfar en los Juegos Olímpicos. Romina tiene una meta más modesta: lanzar lo mejor posible. Esta será la primera vez que participe en un torneo con todos los chiches: 90.000 personas en el estadio, pantalla gigante, atletas de todo el mundo. Ella se ríe y confiesa que su primer objetivo es no caerse cuando entre al estadio. Y, por supuesto, ganar experiencia.
En el deporte hay una frontera clara entre las disciplinas grupales y las individuales. Y ahora Romina no duda en anotar sus preferencias del lado de las últimas. Sus días en la cancha de vóleibol, que no fueron precisamente pacíficos: “Me peleaba con todo el mundo. Quería ser la mejor y no aguantaba que las demás no se exigieran a sí mismas tanto como yo. El que nació para hacer un deporte individual siempre quiere ser más que el resto. Es un verdadero individualista, algo que también es bueno para otras situaciones de la vida”.
–¿Cuándo ganaste tu primer premio?
–Era el primer torneo internacional en que participaba. Había salido segunda a nivel nacional y decidieron llevarme. Pero como era segunda, no tenía ninguna chance. Llegamos a Chile una semana antes de la competencia. Los entrenadores me tenían a un costado, entrenando sola. Llegó el día de la competencia, que se hacía en el Estadio Nacional. Me acuerdo de que entramos por el túnel por donde entran los futbolistas. Eso solo ya me resultaba alucinante. Me temblaban las piernas. Se largó la competencia. En ese mismo momento se estaba jugando una carrera. Oí gritar a la gente y me imaginé que estaban alentándome. Salí corriendo, tiré la jabalina y cayó a 40,40 metros. Hasta entonces mi marca había sido de 36 metros. Y, como si fuera poco, gané una medalla de bronce.
–Quiere decir que tu mejor estímulo son las ovaciones.
–Es muy difícil explicar lo que se siente estando adentro del estadio, con la gente gritando. Yo me decía: “¿Y si me sale todo mal?”. Además sabía que si todo salía mal, al día siguiente me iba a pegar todo el mundo: los medios, el entrenador, mi familia... La verdad es que una ya sufre demasiado la presión interna como para aguantar la del resto. Ahora, por ejemplo, quiero que llegue el día de los Juegos Olímpicos y, al mismo tiempo, que no llegue nunca. Porque no sé cómo me voy a levantar ese día. Aparte entreno durante un año entero para hacer tres lanzamientos, ya que en cada torneo tengo tres lanzamientos para conseguir la clasificación.
El apoyo económico que Romina recibe del Estado no es justamente una fortuna: una beca de la Nación de 250 pesos por mes y otra de la Municipalidad de 120 pesos mensuales. La contribución de la Municipalidad y la Asociación de Atletismo de Rosario, junto con la ayuda de su familia, le permitió viajar a los torneos de este año.
La vida de Romina no se rige por una disciplina espartana. Pero hay cosas que le están vedadas, como saltearse la siesta diaria antes del entrenamiento: “Cuando era más chica por ahí iba a entrenar sin haber dormido. Pero actualmente, con las exigencias que tengo, no puedo hacerlo. Además, si estoy cansada y de mal humor, todo me sale mal”. Los que practican este deporte necesitan dormir más que la mayoría de los mortales: ocho horas de noche y dos de día. Con la comida pueden permitirse más licencias, aunque lo ideal es evitar las grasas, frituras y chocolates. Pero, a diferencia de otros deportistas, los lanzadores no tienen que ser demasiado flacos, ya que eso puede ser contraproducente. Romina suele entrenar toda la temporada con un determinado peso y el mes anterior al torneo sube un par de kilos: “Necesito sentirme pesada a la hora de competir. Cuando bajo de peso, psicológicamente me siento débil. Y el factor emocional influye en mi rendimiento”.
El tiempo no es tan cruel con las lanzadoras. Hay quienes, a los 38 años, están entre los diez mejores del mundo. “Tengo mucho tiempo por delante para perfeccionarme”. Y concluye: “Una vez que alcanzás un objetivo, querés llegar más lejos. Lo fascinante de este deporte es que sos vos contra vos misma”.

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