DíA DE LA MADRE
Querer no es poder
Cuando llega octubre, los medios y la industria reivindican el eterno femenino maternal. Venerada como destino tradicional, la maternidad es, sin embargo, un derecho y está totalmente desprotegido. Lejos de constituir prácticas amparadas, el convertirse en madre
de la manera y en las circunstancias que se desea todavía figura en la lista de pendientes.
Por Luciana Peker
El Día de la Madre no es sólo un catálogo de licuadoras, depiladoras y cámaras digitales “para que también la disfrutes vos”, en un guiño a los hombres para que –ya que tienen que regalar– se regalen (porque la tecnología todavía no puede siquiera ser puesta en un catálogo de posibles regalos femeninos). El Día de la Madre es, además, un catálogo de estereotipos: mujeres que se depilan mientras piensan qué preparar de comer, que empiezan con la adicción al shopping comprándole el regalo a su mamá –con el lema “todas empezamos igual”–, que se pasaron el año esperando la microprocesadora, o que quieren estar lindas para que le digan “mamita”, además de mamá. El Día de la Madre es el día en que los medios reivindican a la esencia femenina como si se tratara de perfume. Pero también el Día de la Madre es una aplanadora de la cual es difícil negarse, correrse o aislarse. Y el Día de la Madre, este año, justito, un 17 de octubre, es el día en que muchas mujeres sienten que su derecho a elegir ser mamás (no su obligación, o su no opción, sino su deseo) no puede llegar a concretarse o a ejercerse con total libertad por la falta de recaudos que –paradójicamente– logra que ser madre siga siendo una imposición social, pero, a la vez, un derecho absolutamente desprotegido. Porque con la flexibilización los empleadores dan trabajo con un contrato eventual en una mano y un Evatest negativo en la otra, porque en las relaciones en negro no existen los tres meses de licencia paga y sí el despido inmediato ante la noticia de un embarazo, porque en los (excepcionales) trabajos en blanco el maltrato y la extorsión se volvieron moneda corriente y una embarazada puede ser desplazada, desmoralizada, o amenazada para que no vuelva a embarazarse. Porque, aun sorteando el primer año crucial –los nueve meses, más la licencia en los tres primeros meses de vida del bebé–, la reducción de la jornada para poder ejercer el derecho a la lactancia materna también es excepción y no regla. Y, aun con sacaleche en el baño de la oficina, o bebés con mamaderas, trabajar y ser mamá es una proeza de la que pocas salen ilesas.
No hay guarderías laborales para que las mamás trabajen con sus bebés cerca, como indica la ley, pero tampoco existe una red mínima de jardines maternales públicos -son muy escasos y cuentan con muy pocas vacantes– y ni siquiera la construcción de jardines maternales está en una lista de prioridades del Gobierno de la Ciudad ni de reclamos de los medios de comunicación al Gobierno, aun cuando la Capital Federal tiene un superávit fiscal que permitiría paliar el déficit. Estos son los derechos tangibles, hay otros todavía más invisibilizados: el derecho de las mujeres pobres a acceder a servicios de salud para superar sus problemas de infertilidad y el derecho de las mujeres solas a tener o adoptar hijos. Y, además, el derecho a ser mamás de la forma en que se desee ser mamás: con partos dignos y donde se respete el deseo de las mujeres a parir con amor y contención. Ninguno de estos derechos se cumple. Por eso, en vez de enumeración de regalos, ésta es una lista de reclamos.
El derecho a decidir quedar embarazada
"La gran mayoría de las mujeres trabajadoras está actualmente prácticamente imposibilitada de poder ejercer el derecho inalienable de optar por ser madres -explica la abogada Nina Brugo-. Basta considerar que un altísimo porcentaje (un 40 por ciento, según un informe del Indec) son trabajadoras no registradas, impedidas de poder exigir algún derecho. Además, debemos incluir a casi un 30 por ciento de mujeres que con las figuras de 'contrato de obra', 'contrato de servicio' o 'pasantías' (en claro fraude laboral) desarrollan empleos tanto en ámbitos privados como públicos, sin ningún tipo de cobertura social ni normas protectoras. Ellas dependen de la buena voluntad de sus jefes para tener licencias por maternidad o que se les otorgue horas para amamantar".
Increíblemente, la Argentina fue pionera en materia de protección laboral. En 1907 se dictó la ley 5291 que otorgaba licencia por maternidad por treinta días y descansos diarios para lactancia. Casi un siglo después, las mujeres que trabajan ya no son una rareza, sino una mayoría, y sin embargo la flexibilización despojó de progresos el avance laboral de la mujer. Un dato curioso es que en el Plan de Jefas y Jefes de Hogar no contempla ningún tipo de protección a las desocupadas embarazadas o que quieran ser mamás.
El derecho a poder quedar embarazada
En la Argentina, se estima que el 15 por ciento de las parejas en edad de reproducirse tienen problemas de fertilidad. Sin embargo, se cree -erróneamente– que éste es un problema exclusivo de las clases medias y altas. En realidad, es un problema de todos que sólo pueden resolver (o, por lo menos, intentar resolver) las clases medias y altas. “Los tratamientos son costosos, pero la enfermedad no es de clase. No es cierto que a los pobres no les toque la infertilidad”, aclara el médico especialista en fertilidad, Ramiro Quintana. “Es muy injusto que hoy, a pesar de las posibilidades que da la ciencia, mucha gente no puede tener un hijo por problemas económicos –apunta María Isabel Rolando, presidenta de Concebir, un grupo de apoyo para parejas con trastornos en la reproducción–. En la Argentina se discrimina a la pareja y a la mujer infértil que, sin dinero, no puede superar su problema, ya que no hay una ley que regule la fertilización asistida y, por lo tanto, las obras sociales y las prepagas no cubren los tratamientos, mientras que los hospitales públicos sólo realizan procedimientos de baja complejidad”. La falta de ley genera una inequidad entre clases sociales, pero que si el Congreso regulara la fertilización asistida podría poner trabas a otro tipo de procedimientos que hoy se realizan libremente. En Italia, la actriz Mónica Bellucci posó desnuda para la revista Vanity Fair, con el título “El derecho de ser mamá” –no es sólo un problema argentino–, para repudiar la Ley de Fertilización Asistida del gobierno de Silvio Berlusconi, que prohíbe los tratamientos in vitro para mujeres solas o parejas no casadas.
El derecho de las mujeres solas a tener un hijo
“A los 39 años me di cuenta de que, si tenía tantas ganas de ser mamá y era la tía perfecta, no tenía por qué privarme de tener un hijo. A los 40 estaba embarazada. El nacimiento de mi hijo ha sido lo más maravilloso que me ha pasado en la vida y me siento inmensamente feliz por haber tomado esta decisión”, cuenta Alicia –un nombre ficticio–, una de las muchas mujeres solas que están recurriendo a la inseminación artificial, a través de un banco de semen, en la Argentina. El tratamiento no está prohibido,pero sólo está al alcance de las que pueden pagarlo. Las mujeres que no están casadas, pero que deciden adoptar en vez de gestar un hijo se ven envueltas en otra trampa invisible, que les adjudica –con la letra chica de los prejuicios– un estilo de maternidad que no es necesariamente la que ellas eligieron. Beatriz Gelman, psicóloga y directora de la Fundación Adoptare, subraya: “Lamentablemente las mujeres que se presentan a adoptar y no están en pareja son instadas a adoptar niños más grandes o discapacitados. No es justo. Al contrario, porque estas situaciones son más fáciles de afrontar cuando se trata de un matrimonio adoptante. Pero, desde los organismos oficiales, se las increpa: ‘Estas son las posibilidades’. Y una cosa es adoptar un chico grande por opción y otra, muy distinta, por presión”.
El derecho de las mujeres a tener un hijo como quieren tener a su hijo
“¿Qué derecho a la maternidad? Todavía da terror que una mujer ejerza su poder de parir libremente. Parir es como hacer el amor. Por eso, aún hoy, y sin exagerar, los partos son, en muchos lugares, acontecimientos de tortura, en donde te atan, te vejan, te humillan y encima te dicen que tenés que estar feliz por tu hijo”, sentencia Sonia Cavia, comunicadora y presidenta de la ONG Dando a Luz. Sonia informa: “El 25 de agosto salió una ley de derechos del parto y del nacimiento, que tiene vigencia a partir del 21 de noviembre, para todos los hospitales y sanatorios y establece que la mujer tiene derecho a estar acompañada durante el parto, que no se le deben practicar tratamientos invasivos, que debe ser consultada sobre todos los procedimientos que se le realicen y que puede elegir la posición para parir”. Sin embargo, Sonia no cree que se lleve a la práctica. “No se cumple con la propuesta normativa perinatal del año 2004 del Ministerio de Salud y tampoco con la Ley de Acompañamiento, vigente desde el 2003, en la Ciudad de Buenos Aires, que dice que toda mujer tiene derecho a estar acompañada por quienes elija en el parto y en el posparto. Esto no se aplica ni de casualidad, se alegan problemas de infraestructura, pero hay mala voluntad”. Sonia propone: “Las mujeres tenemos que ejercer presión para que se modifiquen estas cosas y la maternidad pueda ser un derecho real y no solamente escrito en las leyes”.